Home Desaparición forzada Muchas celebrarán. Pero otras, en el país de los desaparecidos, estarán hoy arañando la tierra

Muchas celebrarán. Pero otras, en el país de los desaparecidos, estarán hoy arañando la tierra

by adminj85jshgn 10 mayo, 2019 0 comment

Para las madres de personas desaparecidas en México los días festivos se perdieron al igual que sus familiares. No sólo no festejan el Día de las Madres, para ellas tampoco hay navidades, años nuevos, ni cumpleaños.

Las mamás que integran la Quinta Caravana de Búsqueda de Personas Desaparecidas pasarán el 10 de mayo escudriñando terrenos en busca de “tesoros” y marchando en las calles para exigir verdad y justicia.

Caleta de Ocampo, Michoacán, 10 de mayo (SinEmbargo).– Bertha Corona Bandera camina bajo el sol entre la maleza de un predio alejado de una carretera en la Sierra-Costa de Michoacán. A cada paso que avanza entierra una varilla en forma de “T” de casi un metro de altura y de punta afilada. La herramienta entra suave y rápido en una superficie. “Está floja la tierra”, dice. Saca la varilla y huele la punta: trata de detectar algún olor fétido. Bertha repite el proceso dos o tres veces para asegurarse.

–Huélelo, ¿huele a peste? –le recomienda su compañera Luz Elba Hernández.

–No, huele a raíz– responde Bertha. El punto es descartado.

Bertha y Luz Elba Hernández son dos de las decenas de madres que actualmente participan en la Quinta Caravana Internacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas y que pasarán este 10 de mayo en marchas y en acciones de campo buscando a sus seres queridos ausentes.

Luz Elba busca a su hijo Brayan de Jesús Hernández Gutiérrez, de 17 años, secuestrado el 28 de abril de 2016 mientras esperaba una supuesta entrevista de trabajo a la que acudió luego de leer un volante publicitario distribuido en Poza Rica, Veracruz, y Bertha Corona Bandera no sólo está tras el rastro de su hijo, Patricio Barrera Corona, sino también el de su hermano, Simón Corona, ambos desaparecidos tras un retén en Turicato, Michoacán, un 23 de septiembre de 2009.

“Si entra fácil es que está movida la tierra y si tiene un olor feo, eso quiere decir que podría ser un posible positivo [fosa] y se empieza excavar”, explica Bertha a reporteros mientras sigue picando la tierra por dónde camina. “No es un olor, es una peste”, añade Elba al referirse que cuando se trata de una fosa clandestina. Así es como las familias de personas desaparecidas buscan posibles fosas en terrenos, con varillas, picos, palas, la experiencia y sobre todo la necesidad de hallar personas desaparecidas.

Madres integrantes de la Caravana de Búsqueda coincidieron que para las mamás de personas desaparecidas los días festivos no existen, se perdieron al igual que sus familiares. No sólo no festejan el Día de las Madres, para ellas tampoco hay navidades, años nuevos, ni cumpleaños.

Luz Elba comenta que no hay festejos, lo mismo Bertha Corona. Las madres sólo quieren una cosa: hallar a los hijos que tienen ausentes.

“¿Cómo voy a festejar el 10 de mayo, si me falta un hijo?, no puedo. Yo no festejo nada, no festejo 10 de mayo, no festejo Navidad, no festejo nada, hasta que encuentre a mi hijo”, añade Teresa Rendón González, madre de Pedro Chavarrieta Rendón, quien tenía 18 años cuando desapareció.

La madre ha buscado por más de diez años a Pedro: el 13 de noviembre de 2009 fue visto por última vez en Iguala, Guerrero. La madre comparte que ha sido un tiempo muy difícil y largo. “No es un año, ni dos, ya es mucho tiempo, más de la mitad de la vida de mi hijo”.

Teresa detalla que hay momentos más críticos que otros, cuando la incertidumbre parece doblarla; sin embargo, después recobra las esperanzas, “yo tengo fe en que voy a encontrarlo”.

Reyna Barrera García, de 71 años, es una adulta mayor, delgada, de apenas un 1.55 metros de estatura. Le duelen las rodillas, camina lento. Habla despacio y bajito, con la mitad de su boca porque sufrió de parálisis fácil después de que desapareció su hijo, Luis Javier Hernández Barrera, el 20 de noviembre de 2011 en Poza Rica Veracruz.

“Ya van a ser ocho años, se dice fácil, pero no lo es, duele mucho. Esto no se lo deseo ni a mi peor enemigo”, comenta la madre de Luis Javier. Con paso lento, “pero seguro”, como dice Reyna, participa activamente en la Caravana de Búsqueda de Desaparecidos. Ver a otras mamás la motiva y le da ánimo, el esfuerzo no la ahuyenta, “yo me siento bien, estar aquí me hace bien”.

Teresa Rendón concuerda con Reyna: “para mí no es difícil andar buscando, no me canso en andar buscando porque venimos por fe de encontrar alguien, por mí yo no siento cansancio”, comenta.

María Victoria Romero Juárez, de 62 años de edad, de Piedras Negras, Coahuila, es madre de cuatro hijos, entre ellos, Luis Alberto Hernández Romero, quien desapareció el 22 de agosto de 2010. Desde el secuestro de Luis Alberto, su vida dio un giro total y se ha dedicado a buscarlo.

“Uno no tiene uno navidades, no tiene uno 10 de mayo, no tiene uno cumpleaños, nada”, asegura.

Dionisia Pelcastre Vadillo se integró a los colectivos de búsqueda tras la desaparición de su hijo Guillermo David Ramírez Pelcastre, el 22 de septiembre de 2017 en Ecatepec, Estado de México.

“Es horrible tener un hijo desaparecido. Antes yo era más de mi casa, no salía a ningún lado si no salía con mi hijo y mi esposo, no sabía salir sola, ignoraba muchas cosas, ahora, a raíz de que él desaparece, me he quitado el miedo de salir a la calle, a otros lugares que no conocía por buscarlo a él”, platica.

La madre de Guillermo David destaca que a cada lugar que acude tiene la ilusión de encontrar algún dato o cualquier indicio que le haga saber algo de él.

“He salido, he dejado a mi esposo, a mis otros hijos, mis nietos, pero ellos entienden que mi hijo me necesita y que tengo que salir a buscarlo”, comparte la mexiquense madre de cinco hijos.

LOS FESTEJOS NO EXISTEN

Las madres entrevistadas por SinEmbargo explican que, aunque tengan más hijos no pueden festejar porque para ellas cada hijo es único y cuando uno falta, existe un vacío que no se puede llenar con nada.

“Mi corazón está partido en cuatro, me falta uno. Nadie va a llenar ese espacio. Porque antes mis hijos me decían, ‘es que tienes otros hijos’, sí, pero nadie va a llenar ese vacío”, señala María Victoria. “Tengo más hijos y yo sé que ellos quisieran estar conmigo ese día, pero es muy triste para mí, no puedo festejarlo en ningún sentido”, expresa Dionisia.

El corazón de una madre, añaden las entrevistadas, siempre mantiene la esperanza de encontrar a sus hijos con vida, sin embargo, lo único que esperan ahora es obtener una pista, razón de ellos, y localizarlos “sea como sea”.

“No deseo ni quiero encontrarlo aquí en campo (fosas) tengo la fe de que mi hijo está vivo, pero vengo aquí a buscar para que otras madres encuentren a sus hijos”, comenta Dionisia.

María Victoria destaca que “quisiera encontrarlo con vida, pero si lo encuentro muerto, ya lo encontré; pero así no puedo estar, sin él: me falta en mi vida, en mis sueños, en todo me falta mi hijo […] Ya no estoy tan jovencita, pero aquí andábamos, con dolores y dolores, con las incomodidades, de dormir en el piso, el calor, es muy difícil pero aquí estamos y eso me da fortaleza”, expresa María Victoria.

HASTA EL FINAL

María Victoria, Teresa, Reyna y Dionisia concordaron en que pasarán el 10 de mayo en las calles para gritar el nombre de sus seres queridos desaparecidos y en su búsqueda, la cual, afirmaron que jamás termina.

“Voy a pasar el día en las calles, con una esperanza de encontrarlo, con la esperanza de que se nos quite este vacío” [..] Yo voy a buscarlo hasta que Dios me de fuerza”, dice María Victoria.

“El viernes habrá una marcha, yo no festejo nada, no festejo 10 de mayo, hasta que halle mi hijo, que sepa algo de él, que sepa que hicieron con él, dónde me lo dejaron”, reitera Teresa Rendon.

Reyna afirma: “yo voy a estar buscando a mi hijo hasta que Dios diga, hasta que yo pueda caminar, lo voy a buscar hasta el final”.

Maribel Angulo es una madre originaria de Ecuador que comparte el mismo dolor que miles de madres mexicanas: tener a un hijo desaparecido y vivir la indolencia del Estado hacía el tema. Maribel es parte de las seis mujeres ecuatorianas que se integraron a la Caravana para buscar personas desaparecidas en Michoacán. Álvaro Nazareno, su hijo desapareció en el hospital Eugenio Espejo, un nosocomio público.

En México y Ecuador, dice Maribel, se podrá hablar español, sin embargo, las madres de desaparecidos, sin importar el país, “sí hablamos el mismo lenguaje”. La activista extranjera ha quedado impresionada con las mamás mexicanas: “Me impresiona como las mamás buscan a sus hijos, cómo recorren miles de kilómetros, el valor de estas madres que no tienen miedo de buscar a sus hijos, eso es lo que más me ha impresionado y me ha dado más fuerza para seguir luchando”, comparte.

https://www.sinembargo.mx/10-05-2019/3578602

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