Miradas, insinuaciones, tocamientos y acoso son solo algunas de las agresiones que las mujeres padecen en el transporte público del país. En la CDMX, La Paz y Manzanillo, el Inmujeres y autoridades locales despliegan acciones para combatir estas conductas.
Una de las principales sensaciones de inseguridad para las mujeres se relaciona con el transporte público, donde el 96% ha vivido algún tipo de violencia, pues además lo usan en mucho mayor medida que los hombres, con un total de cerca de 10 millones de traslados diarios en el país, según evidencia un diagnóstico del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).
A partir de ello, el instituto realiza el pilotaje de nuevos lineamientos para prevenir estas violencias en tres ciudades capitales: Ciudad de México; La Paz, Baja California Sur, y Manzanillo, Colima, mediante la capacitación de conductores, la distribución de materiales que apelan a describir y definir el acoso como un delito, así como acciones de difusión y coordinación en torno a las consecuencias que debe enfrentar quien lo comete.
El diagnóstico a partir del cual se elaboraron señala que el principal medio de transporte, en general, es la caminata, con el 51% de las preferencias, focalizadas principalmente en el movimiento de las infancias en los años de educación elemental. Sin embargo, las diferencias entre hombres y mujeres comienzan a percibirse en los viajes al trabajo, pues las mujeres se mueven más en transporte público y caminando, casi 10 puntos porcentuales por encima de los hombres, quienes acceden más rápido a vehículos particulares, transporte personal o bicicleta.
En tanto, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE, 2021), las mujeres perciben una alta inseguridad en espacios públicos como parques o centros recreativos (60.4%), la calle (69.5%) y el transporte público (73.8%). Aunque en la mayoría de los delitos que se cometen en el espacio público la mayoría de las víctimas son hombres, en el caso de delitos sexuales el 93% son mujeres.
Ellas viven diferentes tipos de acoso en el transporte público, desde silbidos, besos, gestos con la mano, expresiones, sonidos, toqueteos, alusiones personales, sexuales, directas o indirectas al cuerpo, miradas lascivas e insinuantes, arrinconamiento en vehículos, bloqueo del paso o acciones grupales y fotografías sin su consentimiento, hasta intimidación y acoso verbal, masturbación, exhibicionismo, acecho y persecución de la víctima fuera de la zona del transporte público.
Ante ello, en diferentes estados algunas de ellas determinan acciones propias, como procurar estar acompañadas, cambiar de trayectos, no salir en ciertos horarios o no caminar solas. De acuerdo con el Inmujeres, hasta ahora, las acciones para atender estas violencias se han implementado de manera aislada, principalmente enfocadas en sistemas de transporte masivo, lo que deja fuera al transporte de mediana y baja capacidad o que opera con el esquema de ruta u hombre-camión.
Esto se debe a la complejidad para poner en marcha protocolos o mecanismos de prevención, así como a dar atención y seguimiento a los casos de violencia que ocurren en esos tipos de transporte, por tratarse, en su mayoría, de un servicio concesionado donde además predomina la presencia masculina.
“Nuestra forma de utilización del espacio público y del transporte público es diferente porque el hombre, en general, va de su casa al trabajo o de su casa a estudiar, y la mujer va de su casa a la guardería, de la guardería al trabajo, del trabajo a la tienda, de la tienda a la guardería y a su casa… Entonces, el uso del transporte público es muy diferente, nosotras lo usamos más”, explica en entrevista Nadine Gasman, titular del Inmujeres.
“Es una experiencia, casi de todas, de que no es un espacio donde nos sentimos seguras, donde casi todas han vivido en algún momento acoso, donde también se normaliza, como que estás ahí y los hombres que están ahí pueden decirte lo que quieran, pegarse, manosearte, etcétera… Ante esta vivencia que tienen muchísimas mujeres, decidimos que había que hacer algo”.
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La idea es desarrollar herramientas objetivas, claras y prácticas para cambiar la situación de acoso, los estereotipos y la forma en la que nos relacionamos en el espacio público para que cualquier gobierno estatal pueda retomarlas.
Estas incluyen contribuir a la reducción de casos, generar una cultura de respeto, capacitar y sensibilizar a conductores y personas que atienden casos y garantizar la coordinación institucional entre concesionarios, operadoras y mecanismos para las mujeres. Para ello, se plantean como condiciones fundamentales los mapeos de trayecto, el registro de las personas conductoras y los canales de comunicación para supervisar y dar seguimiento a casos.
Ciudades inseguras
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), durante el primer semestre de 2022, el 24.8% de las mujeres de 18 años y más dijo haber enfrentado alguna situación de acoso o violencia sexual en lugares públicos; un 23.3% señaló haber vivido intimidación sexual, y a 20.2% le dijeron piropos groseros u ofensivos de tipo sexual o sobre su cuerpo que le molestaron u ofendieron.
Durante junio de 2022, el 67.4% de la población de 18 años y más consideró que, en términos de delincuencia, vivir en su ciudad es inseguro. El 70.9% señaló sentirse inseguro en el transporte público, el segundo porcentaje más alto solo después de los cajeros automáticos. En la CDMX, los niveles más altos de percepción de inseguridad se ubicaron en las alcaldías Xochimilco (80.1%), Tláhuac (76.6%), Iztacalco (72.7%) e Iztapalapa (69.6%).
El piloto de los lineamientos para la prevención y atención del acoso sexual contra las mujeres en el transporte público empezó en la CDMX, en conjunto con las secretarías de Movilidad y de las Mujeres, en la Ruta 88 de Cuautepec, Gustavo A. Madero, para probar y desarrollar en la práctica la propuesta.
“Tienen dos áreas esenciales, la prevención y la atención, que también incluye la derivación, y estuvimos trabajando con ellos, desarrollamos los materiales tanto para los paraderos como para las unidades, capacitamos a más de 70 conductores y conductoras que tienen un papel muy importante, discutimos, vimos con ellos cómo implementarlo, y ahora se está haciendo”, asegura Gasman.
Una vez que se tuvieron disponibles los materiales gráficos en la página web del Inmujeres, también se empezó a trabajar en La Paz y Manzanillo, por tratarse de lugares con condiciones geográficas y sociales totalmente distintas, y porque se encontró receptividad más rápidamente.
“La idea es que en los próximos meses lo presentemos a todas las secretarías de Movilidad estatales, y que se vayan apropiando de estos lineamientos. Nosotras hemos capacitado… Son las primeras en donde debemos ver cómo y qué funciona”, añade la funcionaria.
Una de las observaciones es que, según las diferentes características de las ciudades, se deben hacer las adecuaciones necesarias desde el diagnóstico y la encuesta, hasta la capacitación y los materiales, para que puedan irse generalizando.
La titular del Inmujeres espera que este trabajo pueda hacerse en colaboración con las instancias estatales que llevan el tema: “Por ejemplo, en Baja Sur y en Colima ese es el modelo tanto de implementación como de supervisión, o sea, de darle seguimiento y ver qué efectos tienen, cómo se pueden mejorar, quién los está utilizando, quién te dice que sí, pero después que no (lo hace) o quién ni sabe si de pronto aparecen”.
Gasman aclara que el instituto está en el momento del lanzamiento de los lineamientos, de probarlos, por lo que hasta los próximos meses podrían generalizarse. Sin embargo, advierte de la dificultad que representa que sean voluntarios para los estados y para las concesionarias, pues en el transporte público masivo es más fácil lanzar una campaña o capacitar a las y los conductores, pero el resto es concesionado, por lo que depende de la voluntad del concesionario.
En las ciudades piloto se encontró esa receptividad a partir de las ventajas que pueden obtenerse: dignificar el trabajo de los conductores, incorporar a más mujeres como conductoras, dar un mejor servicio, y que la gente esté más tranquila al ser parte de un cambio para que las mujeres vivan libres de violencia
“Es un proceso que no es por decreto, no es mañana, sino que se va a ir construyendo, y que evidentemente le vamos a estar dando seguimiento, pero también vamos a estar midiendo su impacto”, asegura Gasman.
El modelo, sostiene, está construido en el marco de la prevención primaria, como una estrategia que tiene que involucrar a toda la comunidad que usa el transporte público, pues mujeres y hombres deben participar, aunque los materiales gráficos apelan principalmente a explicar qué acciones constituyen acoso y a advertir a los hombres, que son nueve de cada 10 acosadores, que se trata de un delito.
Por otro lado, las acciones deben apuntar a subrayar, de la misma manera, las posibles consecuencias, y a destacar la autoridad del conductor, que debe tener un papel muy claro y activo cuando hay un episodio de abuso. En algunos casos, por ejemplo, se puede iniciar con un botón de pánico, mediante el que las mujeres alerten sobre el acoso para que tanto el conductor como quienes están alrededor intervengan para proporcionarles un lugar seguro dentro de la misma unidad, así como garantizar la posibilidad de que denuncien y de que el agresor sea entregado a las autoridades.
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