El feminicidio de Pamela González ocurrió en su casa, mientras vendía dulces y su madre trabajaba fuera. La menor acababa de cumplir 16 años
Desde mayo del 2020, Eleocadia Matilde Bermúdez se trasladó al menos tres veces por semana desde Temoaya hasta la Fiscalía de Justicia del Edomex (FGJEM), en Toluca. Para llegar, Eleocadia tomaba cuatro camiones y recorría alrededor de 40 kilómetros. El objetivo era –es– exigir justicia para su hija Maicha Pamela González Matilde de 16 años, víctima de feminicidio el 9 de mayo de ese año.
La Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Estado de México (CEAVEM) determinó que le correspondía una ayuda de 100 pesos para viáticos. Sin embargo, en ocasiones las audiencias terminaban a las 21:00 horas, por lo que Eleocadia debía tomar un taxi para regresar de forma segura a su domicilio.
“Me gustaría que caminaran de la mano conmigo y realmente vieran lo que me gasto en una ida, no son 99 pesos. O sea, a veces cuando salgo me gasto entre 600 y 700 pesos en cada salida, pero ellos no lo toman en cuenta”, explicó en entrevista.
A Pamela la asesinaron en su casa, cuatro días después de cumplir 16 años, mientras vendía dulces y su madre trabajaba fuera. Fue golpeada, sometida y sumergida en un tambo de agua sobre el que colocaron un lavadero y tabiques para que no pudiera salir.
A más de dos años del feminicidio de Pamela, la justicia no ha llegado. No hay responsables y la investigación está estancada. Eleocadia o Leo –como le dicen sus conocidos– mantiene las ansias por dar con los responsables, la sed de justicia aumenta, pero el costo por acceder a ella es cada vez más alto.
“Gastamos hasta lo que no tenemos, hay veces que mi hijo y yo no teníamos ni para comer, teníamos que ir a pedir limosna en los camiones para nosotros seguir buscando el acceso a la justicia”, relata.
Las pérdidas después del feminicidio de Pamela González
El daño a la vida de la señora Eleocadia comenzó el 9 de mayo de 2020. El feminicidio de su hija –un día antes del Día de las Madres– sería una de las tantas pérdidas que pasaría a partir de ese momento.
“No lo tienes contemplado, no tienes cómo decir: ‘este dinero lo voy a ocupar para cuando maten a mi hija’, obviamente no lo tienes.
“Como indígena en el pueblo, nosotros vivimos al día. Cuando asesinan a Pame, yo no tenía siquiera ahorrado nada. Yo soy una madre soltera, mis niños y yo pues nada más vivíamos al día. Como yo iba ganando, iba gastando. En ese tiempo quizás mis hermanos me apoyaron, con los pasajes”, compartió.
A pesar de no contar con los recursos económicos suficientes, Leo detalló que prácticamente tomó la investigación del feminicidio de Pamela en sus manos. Pues las autoridades de la FGJEM fueron omisos y deficientes en su trabajo.
“Te decían –señora, usted conocía quiénes eran los que convivían con Pame– y entonces tú casi eras la policía de investigación y la que les hacía su trabajo. Querían que tú los trajeras de la mano –a los sospechosos– y enseñarles dónde vivía un fulano de tal”, apuntó.
Todos los ingresos destinados a buscar justicia
En la búsqueda de justicia por el feminicidio de su hija Pamela González, Leo destinó el 100 por ciento de sus ingresos. Conforme avanzaba el tiempo –más no los resultados de la investigación–, Eleocadia se vio obligada a vender sus pertenencias. Primero las de su hogar, como muebles y electrodomésticos, y después las personales, como ropa y zapatos.
Asegura que el desgaste no solo es económico, sino también físico, psicológico y espiritual.
“Yo llevo dos años y ya me siento bien cansada, porque no nos alcanza. Ellos creen que con mil pesos que nos apoyen en diligencias y traslados es demasiado apoyo para nosotros y bueno, al menos yo no lo he recibido desde que mataron a Pame”, aseguró.
Leo compartió que la búsqueda de justicia se convierte en la prioridad de las familias de las víctimas de feminicidio. Por esta razón, los demás problemas –físicos y psicológicos– quedan del lado, en gran medida, por la falta de recursos para cubrir dichas necesidades.
El hermano menor de Pamela a la fecha no ha recibido ninguna terapia psicológica por parte de la CEAVEM. Las manos del adolescente están llenas de marcas por las mordeduras que se provoca a causa de la ansiedad que le generó el feminicidio de su hermana, Pamela González. Su madre prioriza las necesidades básicas de alimento antes que la salud mental, no alcanza para ambos.
De víctimas a perseguidos
El quebranto en las familias de las víctimas de feminicidio continúa después de la muerte de sus hijas, hermanas o madres. Pues le sigue el empobrecimiento de la familia, la revictimización por parte de las autoridades y una especie de exclusión social.
Después de sufrir ataques de violencia física, Leo y su hijo tuvieron que ser desplazados de su hogar. Fueron ingresados a medidas de seguridad por parte de las autoridades, sin embargo, como parte de estas, tienen que mantener un perfil social bajo. Por ello, el acceso a la educación, a la seguridad social, servicios de salud, y servicios públicos se ve restringido.
“Nosotros somos las víctimas, a los que el sistema de justicia debería de tratar así son a esos asesinos que nos destruyen la vida por completo.
“Nos destruyen como madre, como hermanos, como abuelos, como primos, toda la familia y todavía nosotros tenemos que salirnos del pueblo. ¿Por qué nosotros tenemos que estarnos escondiendo como si fuéramos los delincuentes y no ellos? Parece que tienen más derechos, por lo visto la ley siempre los defiende y nosotros no tenemos ni voz ni voto”, relató Leo.
La señora Eleocadia contó que por exigir justicia y hacer público su caso le han negado trabajos y demás oportunidades. Ni la CEAVEM ni la FGJEM la han apoyado a encontrar una escuela segura para su hijo.
Sobre como ha sobrellevado las situaciones, reitera que las ganas de obtener justicia es lo que la mueve.
“Es como si tu cuerpo estuviera ahí, pero tu espíritu estuviera en otro lado. Estás como toda ida, es como si fueras un robot, caminas por caminar, porque realmente no estás en tus cinco sentidos
“Como si tu cuerpo se partiera en dos. Una parte tiene que hacer lo que tenga que hacer y la otra aguantarse el dolor, la tristeza, el coraje, la rabia, la frustración, el miedo, porque te entra a pánico terrible”, externo.
En este sentido, llamó a las autoridades que imparten justicia a evitar simulaciones en las investigaciones por feminicidios.
“No se vale que nos traten de esa manera y más yo que soy indígena. Yo no tengo derecho a los apoyos, porque creen que soy tonta, que no me doy cuenta. Todo lo que he vivido con el paso del tiempo, con lo que le sucedió a mi hija y todavía tengo que soportar que los servidores públicos me violenten y me re-victimicen cuando no debería de suceder”, finalizó.
“Destruyeron a toda la familia y todavía nos tenemos que esconder”, madre de víctima de feminicidio