Este 8 de marzo, madres e hijas salieron a las calles de la Ciudad de México para alzar la voz y exigir justicia por las que están y las que faltan.
Las violencias y desigualdades las han tocado, algunas de forma directa por su historia de vida, otras a través de casos de familiares, amigas o conocidas, pero estas madres han salido este 8 de marzo a tomar las calles junto a sus hijas, quienes se han involucrado en el movimiento feminista para exigir vivir en entornos seguros, con igualdad y sin violencia, porque quieren regresar vivas a sus casas.
Las madres reconocen que su mentalidad sobre las marchas feministas cambió y se han reeducado a través de las miradas de sus hijas. Ahora ellas también gritan: “Se va caer, se va caer, el patriarcado se va a caer”, “el que no brinque es macho” y “no están solas”.
Vanesa, de 27 años, acude a la marcha con su pequeña hija Dafne, de 4. Es la primera vez que asiste porque antes creía que en este tipo de eventos se vivía mucha violencia, pero su visión ha cambiado.
“Tenía miedo, no sé, me guiaba por lo que veía en la tele, ahora veo que es un miedo injustificado, ya lo pensé y todas hemos vivido algo muy feo”, comenta en entrevista para Animal Político.
Ella era de las que creía que las mujeres en la marcha “podían hacerle daño».
“Un día mi novio vino a tomar cerca de acá; y yo todavía le decía:’con cuidado, no te vayan a hacer algo”.
Vanesa grita, se desahoga y llora tras recordar que ella también sufrió violencia y asegura que quiere evitarle eso a su hija.
“Quiero enseñarle eso a ella, que luche, que no se deje, que no es normal que vayas por la calle y te griten cosas, o que alguien te siga cuando vas al trabajo”.
Vanesa no es la única madre que acompaña a sus hijas, Verónica Alcocer está en la marcha gracias a sus dos hijas y se define como una mujer reconstruida.
“Ha cambiado la perspectiva porque yo decía: ‘cómo es que pueden rayar’, así no es, pero mis hijas me han enseñado muchísimo”, sostiene.
Alcocer afirma que la violencia, la inseguridad y el temor a que le pase algo a sus hijas la llevó a tomar esta decisión.
“Tantos feminicidios, levantones, violencia, nos hemos acostumbrado a que es algo normal y no lo es, todo eso sí nos hizo tomar cartas en el asunto».
Su hija Simone dice que muchas veces chocaron, pero que sintió muy bonito cuando su madre aceptó acompañarlas a la marcha que se realizó en 2022.
“Creo que hay que entenderlas, tener sororidad, ellas vienen también de un sistema patriarcal, no hay que ser duras con ellas, no es su culpa que piensen así, pero me alegra que cada vez vamos deconstruyendonos más”.
Su otra hija, Ximena, dice que si su mamá pudo entender el movimiento, tiene esperanza que más mujeres se sumen, pues el cambio será entre todas. “Si alguien me ha enseñado amor es una mujer, las mujeres me han protegido, me han dado amor y me han dicho no estás sola”.
Amairani Laguna, estudiante de arquitectura de 22 años de edad, asiste por primera vez a la marcha acompañada de su hijo Mateo. Se animó porque su hermana la convenció.
“En la tele vemos todo lo malo que pasa, pero realmente no es así, todas están unidas, somos hermanas y entre todas nos estamos cuidando, mi perspectiva de lo que se vive cambió radicalmente ahora que vine”, sostiene.
Mientras las madres y sus hijas avanzan sobre Paseo de la Reforma, los gritos de ¡no están solas! ¡justicia para todas! ¡la policía no me cuida, me cuidan mis amigas! las arropan y les dan fuerza para continuar la caminata.
Entre los contingentes que pasan sobre avenida Juárez está la señora Yazmín, quien acompaña a su hija Nadia; afirma que ella le ayudó a entender el significado de la marcha.
“Mi hija me da mucho orgullo, por ella estoy aquí, ella me ha cambiado la forma de ver las cosas, yo tenía muchos prejuicios, malas ideas de esto y a través de ella cambié mi forma de ver todo esto”.
La señora Yazmín afirma que las dos veces que ha venido a la marcha nunca ha visto violencia.
“Te dejas llevar por lo que te dicen los medios de comunicación, que las mujeres son violentas, que destruyen, pero el año pasado y este año, que son los que he venido, nada de eso ha pasado”.
Para Nadia, de 16 años, la presencia de su madre la hace sentir segura, pues sabe que es una forma de reivindicación a las violencias que sufrió a lo largo de su vida.
“Fue una mujer lastimada a lo largo de su vida y quería que supiera que hay más mujeres que piden justicia para ella y para todas».
El acompañamiento entre madre e hija ocurrió en la marcha del 2022, cuando las primas de Nadia la dejaron plantada y al verla triste, su madre se animó a acompañarla.
“Desde ahí me cambió todo”, afirma Jazmín.
Martha, quien es originaria de Oaxaca, llegó a la marcha junto con su hija y su nieta. Afirma que ella entendió que la violencia que durante años vivió por parte de sus hermanos y el que era su marido, no era normal.
“No me puedo imaginar la vida sin mis hijas, pensar que algo les va a pasar, eso me impulsó y decidí involucrarme, mi pensamiento cambió, por ejemplo, yo no estaba a favor del aborto, pero entendí que ellas son las que tienen que decidir sobre su cuerpo, nadie más».
El acompañamiento entre madres e hijas
Con el grito de “el que no brinque es macho”, la señora Daneli Delgado salta a lado de su hija, del mismo nombre, mientras avanza en la marcha del 8M en Reforma.
Al preguntarle sobre la marcha, recuerda que desde que era joven y hasta la fecha la situación de las mujeres ha cambiado mucho.
“Cuando era joven, a la edad de mi hija -24 años-, era ser libres y felices, ir a donde quisiéramos”. Sin embargo, reconoce que ahora vive con miedo por su hija y eso la motivó a acompañarla.
Para ella, las jóvenes que ahora se movilizan son las que están provocando el cambio que se necesita en el país.
“Las veo enteras y con mucha fuerza; están provocando un cambio que nosotras no pudimos hacer”, dice.
Para doña Velia Cervantes, de 68 años, las marchas no son algo nuevo; recuerda que desde hace 20 años asiste a movilizaciones feministas, pero antes eran “muy chiquitas”, ahora está acompañada de su hija, quien es parte del colectivo Bacalar Mujer.
Reconoce que a ella le tocó movilizarse con miedo y exponerse a ser reprimida, pero ahora, su hija lo hace con más libertad de expresión y el movimiento feminista ha crecido.
“Mi madre se quitó las ataduras de la casa y gracias a ella mis hermanos y yo tenemos carrera. Ahora mis hijas comulgan con las luchas, porque donde quiera, y aunque no nos demos cuenta, están denigrando a la mujer”, comenta.
Jatzibe Lugo y su hija Isabela, de 8 años, llegaron desde las 14:00 horas a la glorieta de Mujeres que Luchan cargando carteles con las consignas: “Que nacer nena no sea condena” y “¿Te cansas de oírlo? Nosotras de vivirlo”. Es la segunda vez que vienen a una marcha.
Jatzibe acude con su hija para que vea la unión de todas las mujeres y sepa que nunca va estar sola.
“Aunque ella es pequeña, traté de explicarle a lo que venimos. Entiende y esto la hace fuerte”.
Isabela está consciente y afirma que quiere justicia: “Quiero justicia para la mujer porque hay muchas desapariciones. Por eso quisiera que cambiara”.
Una generación de mujeres que luchan
Mercedes, Diana y la pequeña Grecia, de 9 años, llegaron desde Ixtapaluca, Estado de México, para asistir a la marcha. Son tres mujeres que acuden a la movilización por primera vez.
Mercedes, la abuela de Grecia, decidió asistir porque quiere que todas seamos libres.
“Quiero que caminemos por la calle sin temor alguno. Yo, pues ya estoy grande, pero vamos por las y los pequeños. Es una emoción muy grande vivir en este momento”, afirma.
Mercedes, al igual que otras mujeres que acompañan por primera vez a sus hijas, no se atrevían a presentarse por temor.
“Es un temor infundado, todo lo que te meten en la cabeza, que si hay agresiones, que tumultos, golpes, pero en realidad eso es lo que el gobierno quiere que creas, cuando es totalmente diferente, ahora que estoy aquí me siento feliz, ya lloré, me siento emocionada y pues es luchar y seguir adelante».
Su hija Diana quería venir desde hace tiempo, pero no se animaba porque no tenía con quien dejar a sus hijos, pensaba que si los llevaba a la marcha sería peligroso. Ahora piensa diferente.
“Somos una familia de muchas mujeres y el estar solas y con los sentimientos bien intensos por lo que pasa en el país nos hizo venir, a veces tienes miedo, pero cuando estás aquí, es diferente”.
Grecia afirma que siempre ha tenido conciencia de esta lucha y le gusta que su abuela y madre estén con ella.
“A mí me gusta mucho luchar por nuestros derechos y estoy muy emocionada de venir aquí para defenderlos, quiero que lleguemos a casa bien, que seamos libres y no valientes”.
La violencia que toca a todas
La violencia que impera en el país ha hecho que muchas mujeres, hartas de la ineficiencia de las autoridades, salgan a las calles a gritar, bailar, brincar y destruirlo todo con tal de que sus voces se oigan.
María José Cota es una de ellas, asiste por primera vez a la marcha junto a sus dos hijas y el detonante fue la desaparición de la sobrina de uno de sus amigos.
“Vine porque tengo hijas y luego, pues la sobrina de un amigo desapareció y nunca la encontraron, entonces al ver todo esto me animé a venir, creo que tenemos que poner límites y alzar la voz».
Otro caso fue el de Leticia Manriquez, de 40 años.
La decisión de asistir con su hija, de 17 años, fue tras concientizarse sobre “toda la violencia que se vive” en las calles, en su propia familia y, también, al ponerse a pensar en otras madres que buscan a sus hijas.
Para ella, acudir a la marcha la hace tener sentimientos encontrados: enojo, coraje e impotencia, porque reconoce la violencia que han vivido las mujeres dentro de su familia; tristeza por darse cuenta que a la mujer se le minimiza e incluso se les considera “gente sin quehacer” a las que protestan.
Pero también tiene la esperanza de que las condiciones cambien para las mujeres. Que ella y sus hijas, otra más de ocho años, puedan salir a las calles y caminar seguras y quedarse tranquilas cuando salgan.
“Tenía una idea errónea de lo que eran las marchas, me dejé llevar por lo que decía la gente. Cuando mi hija tomó la decisión de entrar a este movimiento yo comienzo a involucrarme en esto, comienza a llenarme de información y veo toda la violencia que se vive aquí y me pongo a pensar en las otras madres».
“Quiero luchar por la justicia y la seguridad. Fue un cambio muy radical, es la primera vez que vengo y me llena de emoción, de sentimientos encontrados, pero estoy aquí, apoyando a mi hija y a todas las mujeres de México”, dice la madre quien llegó desde Cuautepec.
Zaira Martínez, hija de Leticia, reconoce que no fue fácil convencer a su mamá de acudir a la marcha, pero señala que poco a poco fue dándole información del movimiento hasta lograr que cambiara de idea.
“Ellas están provocando un cambio que nosotras no pudimos hacer”.
https://www.animalpolitico.com/genero-y-diversidad/marcha-feminista-cdmx-madres-hijas