Sólo siete de cada cien asientos en los consejos de administración de las grandes empresas en México son ocupados por mujeres.
Las hijas, hermanas o esposas de los magnates mexicanos que de manera natural podrían suceder esos cargos y balancear la predominancia masculina están ausentes, ya sea por decisión personal, tradición o falta de apoyo. Por lo menos en las últimas tres generaciones el mando ha pasado a hijos, yernos, hermanos, primos y tíos, y ellas han enfocado su carrera a tareas filantrópicas y culturales.
Hay excepciones como María Asunción Aramburuzabala, presidenta de Tresalia Capital, o las hermanas Garza Lagüera Gonda -Mariana, Paulina y Bárbara- consejeras de FEMSA. Son pocas las herederas que han tenido una participación activa en los negocios de sus padres y abuelos. A decir de las cifras, casos como éstos aún son escasos: por su inequidad de género en el liderazgo empresarial México ocupa la posición 116 de 131, señala un estudio del Foro Económico Mundial.
La presencia de mujeres en los consejos de administración redunda en mejores resultados, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), ya que permite tener en cuenta una gama más amplia de perspectivas, y reduce la proporción de transacciones financieras de alto riesgo que normalmente realizan los operadores masculinos. Cinco de las diez empresas más grandes de México no tienen a ninguna mujer en su consejo de administración; ninguna de las diez está presidida por una mujer.
Desde el gobierno se han realizado esfuerzos para combatir la disparidad que no han sido suficientes. Uno de ellos es el sistema de gestión del Modelo de Equidad de Género en el que se certificaron poco más de 100 empresas -de diversos tamaños- al cierre de 2015, una ínfima cantidad si se considera el universo de empresas. En México existen más de cuatro millones de unidades de negocios, y dentro de éstas las grandes empresas -con más de 250 empleados- suman 3,7427.
El relego de las mujeres en los negocios comienza con la preparación, cuando los padres dan a sus hijos la oportunidad de involucrarse con la empresa desde temprana edad y a ellas no. Otro motivo son los prejuicios sobre la utilización de los tiempos; de acuerdo con un estudio realizado por la académica del Instituto Tecnológico de Monterrey, Helena María Varela Guinot, ideológicamente existen ciertas actividades que siguen considerándose esencialmente femeninas, como las relacionadas con el hogar y la familia.
Las Servitje
De existir la equidad de género en los negocios, por estadística o simple probabilidad, una de las seis hijas de Lorenzo Servitje Sendra le hubiera sucedido al frente de Grupo Bimbo, pero esto no sucedió. Cuando Lorenzo se retiró en 1993 la dirección general recayó en su hermano Roberto Servitje para acabar en 1997 en manos de su hijo Daniel Servitje Montull.
Las hermanas Servitje han participado de manera esporádica en el consejo de administración de la empresa familiar, pero su fuerte no es la panificadora sino las labores filantrópicas, educativas y culturales, donde tienen una consolidada trayectoria en instituciones de talla nacional e internacional, algunas de éstas incluso fundadas por ellas. Un currículum que demuestra sin duda sus habilidades directivas.
Marinela, la mayor de las Servitje, fundó su propia empresa en 2011, Siete Colores, una consultoría especializada en la construcción de espacios públicos. Marinela es quizás la Servitje con la trayectoria más laica de entre sus cinco hermanas: fundó y dirigió el Museo Papalote del Niño, ha sido presidenta del patronato del Instituto Nacional de Pediatría, creó el fideicomiso de rescate del Bosque de Chapultepec, fue presidenta del consejo consultivo de la UNICEF en México y de las fundaciones Walmart y Televisa, entre otras actividades.
Sus hermanas han jugado un papel importante en instituciones de caridad o educación, algunas de ellas asociadas a la iglesia Católica: María del Carmen ha participado en el Foro de Davos durante 15 años, y es fundadora de la Liga de la Leche en México. María Lucila Isabel es vicepresidenta del Instituto Mexicano de la Doctrina Social Cristiana, del que su papá, Lorenzo Servitje Sendra, es presidente vitalicio. María del Pilar es consejera y asociada del Centro Mexicano para la Filantropía y fue presidenta del patronato de la Cruz Roja en el Distrito Federal.
Marisa Servitje Montull fue vocal en el patronato de la Fundación León XIII. María Cecilia Gabriela es presidenta de la fundación de la familia Sertull – que apoya a organizaciones que atienden a grupos sociales en condiciones de vulnerabilidad y pobreza- y además preside el Centro Social Educativo Gota de Leche, una asociación civil vinculada a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Graciela González Moreno: el puente para la sucesión
Graciela González Moreno fue el trampolín para que su hijo, Carlos Hank González, tomara el control de Grupo Financiero Banorte. A la muerte de Roberto González Barrera, padre de Graciela y fundador de Grupo Maseca y Banorte, comenzó la rebatiña por el control de las empresas familiares. Los hermanos González Moreno decidieron que Graciela representara los intereses de la familia en Banorte y quitaron el asiento a su otra hermana, Bertha Alicia, con quien tuvieron un distanciamiento por diferencias respecto a los juicios de sucesión.
Graciela ocupó el asiento de Bertha en abril de 2013. Un año y medio después cedió su asiento a su hijo y se convirtió en su suplente. Ese mismo octubre de 2014 el consejo de accionistas resolvió nombrar a Carlos Hank González presidente del grupo, una función que asumió en enero de 2015, tan sólo tres meses después de que llegara.
Graciela, Bertha y Mayra González Moreno, tenían -cuando menos- la posibilidad de convertirse en la Ana Botín mexicana: la primera mujer en dirigir uno de los grandes bancos que operan en el país. Las tres han participado en diferentes momentos en los consejos de administración de las empresas familiares, aunque su currículum está mayormente nutrido por su actividad en asociaciones civiles. Al morir el padre la sucesión tocó a Juan Antonio González Moreno, quien asumió el liderazgo de Grupo Maseca y Grupo Industrial Maseca y a Hank González en Banorte.
Desde 2013 Carlos Hank González fue elegido -de entre los 18 nietos – y preparado por el propio Roberto González Barrera para la sucesión. Por el contrario, la trayectoria de Graciela -previa a Banorte- no revela que la estuvieran preparando para asumir la presidencia, ni tan siquiera que pudiera competir por ella. Sus únicos antecedentes profesionales antes de ser consejera en Banorte están en la Asociación Gilberto – organización que nació en 1988 para apoyar la reconstrucción de viviendas tras la devastación provocada por el huracán de ese nombre – de la que fue, además de socia fundadora, vicepresidenta de 2007 a 2010.
Las Slim: representadas por sus esposos
Dos de las tres hijas del hombre más rico de México, Carlos Slim Helú, no tienen injerencia en los negocios de su padre. Sus esposos participan de los consejos de administración mientras ellas se hacen cargo de las obras filantrópicas y culturales vinculadas a las empresas familiares. Slim Helú repartió el mando de los negocios entre sus tres hijos: Carlos preside Grupo Carso, América Móvil y Grupo Sanborns. Everett Patrick dirige Grupo Telvista y Sears. Marco Antonio está al frente del Grupo Financiero Inbursa e Impulsora del Desarrollo y el Empleo en América Latina. Los tres varones se iniciaron en los negocios con menos de 30 años.
La mayor de las hijas, María Soumaya, es licenciada en historia y la directora del museo de arte que lleva su nombre y el de su madre. El museo Soumaya es presidido por su padre, Carlos Slim Helú. Su esposo, Fernando Romero, construyó el museo y es reconocido por haber ganado la licitación para el diseño del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en asociación con Norman Foster. Él tampoco participa en los consejos de administración de las empresas de su suegro.
Vanessa Paola supervisa el proyecto vertebral de los programas de bienestar de las fundaciones familiares, la Asociación de Superación para México y América Latina, con presencia en 14 países, pero no preside las fundaciones. Fundación Telmex es presidida por su cuñado, Arturo Elías Ayub y Fundación Carlos Slim, por su papá. Su esposo Daniel Hajj es miembro de Grupo Carso desde los 29 años y director general de América Móvil, y está en los consejos de administración de Teléfonos de México (Telmex) y de Carso Global Telecom.
Johanna Monique, la menor de la familia, es licenciada en educación preescolar y la única que participa en los negocios: es consejera de Grupo Sanborns desde 2007 y además preside el Programa de Educación Inicial de la Fundación Carlos Slim. Su esposo, Arturo Elías Ayub, se instaló primero en los negocios familiares y tiene más injerencia que ella. Desde hace 18 años Ayub participa en la junta directiva de Grupo Carso. Hoy es consejero de cuatro empresas familiares más y director de Alianzas Estratégicas, Comunicación y Relaciones Institucionales de Telmex. Recientemente tres nietos de Carlos Slim se integraron a los negocios, dos hijos de Vanessa que aún no cumplen los 25 años y el hijo mayor de Johanna.
Salvo excepciones, en México, como en otras partes del mundo, el papel de las hijas, hermanas y esposas de los hombres más poderosos ha sido confinado a la filantropía o se ha desarrollado con un bajo perfil dentro del negocio familiar. Las herederas de la élite mexicana son sólo un botón de muestra de la inequidad laboral que persiste en todos los niveles socio-económicos. En México, menos de la mitad de las mujeres en edad de trabajar tienen un empleo remunerado, mientras que en los hombres esta proporción se eleva al 83%. Por el mismo trabajo, las mujeres perciben ingresos 15% o 20% inferiores que sus pares masculinos. Más allá de cualquier beneficio que la inclusión de las mujeres pudiera traer a los corporativos, la lucha por cerrar las brechas salariales y de participación es una cuestión de simple justicia. https://www.rindecuentas.org/reportajes/2016/06/16/hijas-de-los-magnates-mexicanos-las-ausentes-del-negocio-familiar/