Durante los últimos diez años de mi vida viví en Nueva Zelanda, Australia, Nueva York y la Ciudad de México. Cada mudanza era como ascender un escalón en la escalera del acoso.
Ser mujer en México significa soportar un machismo profundamente arraigado, donde los hombres consideran que es su derecho no sólo el acoso verbal o los silbidos, sino también los tocamientos, el hostigamiento, la violación e incluso el asesinato, sólo por ser mujer. Estudios demuestran que el 63 por ciento de las mujeres mexicanas y adolescentes de más de 15 años han sufrido un tipo de violencia.
El metro en la ciudad capitalina reserva los primeros tres vagones exclusivamente para las mujeres, una medida para intentar hacer los traslados en transporte público menos traumatizante para las mujeres. La idea de que los hombres no pueden controlarse físicamente en espacios públicos y por tanto tengan que estar separados como si fueran niños sucios es absurda. No puede ser una solución a largo plazo y ciertamente no contribuye a educar a los hombres sobre cómo respetar y tratar al sexo opuesto.
Cambiar mi manera de vestir para disminuir las posibilidades de ser acosada en la calle no fue una decisión deliberada, fue algo que me tomó tiempo comprender e incluso darme cuenta de que lo hacía. Casi pierdo por completo el contacto con mi lado femenino. Además de usar vestidos y faldas muy pocas veces, opté por dejar de usar maquillaje «excesivo» y no llevar labial rojo para evitar miradas o comentarios, claro que me olvidé de los shorts por completo. Me incliné a usar lo básico: sólo jeans y playeras casi diario.
Cuando me di cuenta de que estaba cambiando mi forma de vestir, le pregunté a mis amigas si hacían lo mismo. Casi todas dijeron que sí, al menos hasta cierto punto. Incluso mis amigos hombres han sufrido acoso y agravios por parte de otros hombres en las calles.
Estos retratos muestran una selección de personas que viven en la Ciudad de México vistiendo ropa que usan cualquier día para salir y luego arreglados con ropa que les gustaría usar, aquello que les gustaría llevar para caminar por las calles. Pero que no se atreven.
«Una vez un tipo sentado junto a mí en el camión se agachó y tomó una foto por debajo de mi falda, así que tomé su teléfono y lo arrojé por la ventana. ¡Los demás pasajeros me gritaron diciendo que estaba loca y que era una exagerada!»
«Otros hombres me han acosado dos veces en el transporte público de la Ciudad de México. Una vez, cuando era joven, avisé al cuerpo de seguridad del metro, pero no me creyeron. La segunda ocasión estaba dormido en el camión, hice una escena y todos se quejaron diciendo que había exagerado con mi reacción; tuve que bajarme del autobús. Luego comparo ambas situaciones con mis amigas o primas, ellas podrían contar historias como esas casi todos los días. Todos los días hay acoso en el metro».
«Si la gente me grita cosas en la calle, los ignoro. Para mí ya sólo es el ruido ambiental. Me puse estos calzones rosas para combinar con mis zapatos, porque quería usar este vestido camisero. ¡Por lo menos si la gente intenta mirar, están combinados!»
«Una vez llevaba falda, cuando un chico me vio acercarme en la bicicleta y hasta aventó sus llaves al suelo sólo para mirarme por debajo de la falda cuando pasé. ¡¿En serio?! Pero no permitiré que cambien mi forma de vestir».
«La peor situación que me ha sucedido fue con un tipo que comenzó a hablarme cuando estaba en el camión camino a casa, a pesar de que yo rechazaba sus intentos por conversar. Lo que más me sorprendió es que nadie dijo nada, aunque era obvio que estaba incómoda y que no conocía al hombre. Luego se bajó al mismo tiempo que yo y comenzó a seguirme. Tuve que esconderme en una tienda hasta que por fin se fue y pude salir para tomar otro camión que me llevara el resto del camino a casa».
«No he utilizado esta falda desde que la compré, ¡pero quiero hacerlo! Desearía poder usarla allá afuera hoy, hace tanto calor. Realmente no he dejado de usar la ropa que quiero, pero a veces no puedo porque sé que alguien me dirá cosas y obviamente ese tipo de atención no es positiva».
«Dos veces en el transporte público he tenido que golpear y empujar a un tipo sólo para que se alejara de mí. La primera vez, las personas a mi alrededor me ayudaron; pero la segunda, nadie me ayudó, nadie dijo o hizo algo. A pesar de que grité y empujé al tipo, todos miraron hacia otro lado. Así que, en ese caso, no sólo sufrí la agresión del hombre, sino una agresión de todos los demás que prefirieron hacerse de la vista gorda».
https://www.vice.com/es_mx/article/ne78wd/vice-vivir-en-la-cdmx-significa-vestirse-para-el-acoso-y-el-sexismo