Cuando una persona viaja sola, la experiencia es completamente distinta si es mujer o si es hombre.
Entre las muchas recomendaciones para las mujeres en los blogs de viajes y en guías turísticas están las siguientes: si caminas sola, trata de evitar caminar en lugares concurridos donde haya muchos hombres que puedan tocarte y no tú puedas reconocer quién fue el que lo hizo; si fumas, evita hacerlo en público, los hombres pensarán que eres una prostituta; no salgas sola de noche; si un hombre te está acosando y no para, dile que estás esperando a tu esposo que regresará en cinco minutos. Si él insiste, señala a cualquier hombre y convéncelo que aquel extraño es tu marido.
Gracias a mi trabajo, he visitado muchos países, desde Bangladesh hasta Tanzania. Ciudades como San Francisco, Bogotá, Ulaanbaatar, Lombok, Ciudad de Guatemala, Johannesburgo, Delhi, Estambul y Copenhague. Hace algunos meses, pasé varias semanas en Sri Lanka, cuya exuberancia y cultura es tan impresionante como sus desastres naturales. Por primera vez en mi vida me atreví a tomar el tren y orgullosamente descubrí lo fascinante de viajar en vagones oxidados con mayordomos impecablemente vestidos sirviendo deliciosos almuerzos.
Después de leer las numerosas recomendaciones para las mujeres jóvenes que viajan solas decidí llevarlas a cabo. Eran recomendaciones de mujeres que crecieron en entornos de libertad restringida y condicionada y que podían viajar solas por el mundo como ellas quisieran. Seguí las instrucciones. Elegí al sujeto que podría pasar como mi marido falso. Mientras todos esperábamos en la línea para poder llegar al escritorio maltratado en el que un hombre torpe vendía los boletos, yo no podía dejar de pensar si alguno de esos hombres se atrevería a molestarme. Si así fuera, inmediatamente señalaría a la persona que ya había elegido y diría con voz convincente que era mi marido.
Y luego, caminaría hacia ese hombre y con un tono muy asertivo, sin asustarlo, le diría algo como: Hola (sonriendo), tú no me conoces y probablemente tengas una familia o tal vez estés divorciado o viudo, o podrías ser gay y probablemente no quieras hablar conmigo (sonrisa más grande), pero pareces un hombre decente y quería pedirte si podías aparentar ser mi esposo (mirándolo seriamente) y estar dispuesto a defenderme de otro hombre, bestia o…
Mientras la fila seguía avanzando me empecé a reír de mi misma al darme cuenta de cómo es que llegamos hasta ese nivel de miedo y paranoia. ¿Cómo es que pude pasar de estar tan feliz y emocionada por estar en medio de un lugar maravilloso lleno de aves exóticas y templos magníficos, a estar tan preocupada? ¿Cómo es que un hombre, cualquier hombre, de repente se puede convertir en un potencial agresor o un salvador? Todo iba de maravilla en mi viaje hasta que comencé a preocuparme por las recomendaciones que supuestamente lo que hacen es advertirte, protegerte, alertarte y salvarte como mujer de ser acosada, violada, asesinada o desaparecida.
Estas recomendaciones tienen fallas. ¿Qué tal que el supuesto hombre decente resulta ser peor que el agresor? ¿Por qué seguimos diciéndoles a las mujeres que necesitan ser protegidas por otros hombres? ¿Cuánto nos tenemos que restringir a nosotras mismas para preservar nuestras vidas? Decidí que, si algún hombre se me acercaba aparentemente con malas intenciones, gritaría. Gritaría sobre cómo se pierde la tranquilidad de poder viajar sola sin sentir que cualquier hombre, en cualquier esquina es un potencial agresor.
Fondo Semillas trabaja para ponerle fin al miedo con el que las mujeres crecemos y que tristemente continúa limitando la sexualidad, la libertad, el estado civil, las oportunidades y las decisiones de las mujeres. Esta organización moviliza recursos financieros para fondear iniciativas que buscan proteger, promover y garantizar los derechos humanos de las mujeres. En un país como México, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) 2015, 91.1% de las víctimas de abuso sexual, acoso o violación, no lo denunciaron. Es muy importante recordarnos que esta forma de violencia contra las mujeres (y contra algunos hombres) es una de las más comunes y que prevalece desde Chetumal hasta Tijuana. Millones de mujeres tienen que lidiar con el acoso callejero diariamente y que el impacto que esto tiene en sus vidas no solo las hace sentir mal y culpables de recibir dichas agresiones, sino que también las hace sentir inseguras al salir solas, limitar el número de veces que salen, evitar ciertos lugares o incluso dejar de visitarlos por completo, dejar sus trabajos, dejar de ponerse la ropa que les gusta… dejar de vivir como ellas quieran.
Cambiar nuestras preferencias, limitar nuestros movimientos o nuestras decisiones de vida no va a detener el acoso hacia las mujeres. Lo que tiene que cambiar es la actitud de aquellos hombres que creen que tienen el derecho de ofender, criticar, tocar, acosar o mirar lascivamente a millones de mujeres. Entender que el acoso callejero afecta a las mujeres y a los hombres, quienes son vistos como potenciales acosadores y agresores, y que es una violación a los derechos humanos de las mujeres, es clave para promover una cultura de respeto. Para aprender más acerca de este tema y de cómo Fondo Semillas está contribuyendo a construir una cultura de respeto en México, checa su más reciente informe anual. Para más información sobre cómo sumarte a las acciones contra el acoso callejero en el mundo únete en: Stop Street Harassment.
A Lucía Carrasco Scherer le encanta viajar y es una donante comprometida de Fondo Semillas, donde invierte en el cambio social mes con mes desde 2010.
https://semillas.org.mx/2018/01/08/traveling-alone-is-different-if-you-are-woman-than-if-you-are-man/