«Quiero 80 mil pesos para que deje a tu hija», le dijeron a Elizabeth.
«Tengo secuestrada a tu hija», le dijeron a Elizabeth Ortega a través de una llamada telefónica.
Ana Sofía era la menor de sus tres hijas. El 30 de enero de 2017, Elizabeth entró a la recámara de Sophie, como le decían de cariño. Eran cerca de las siete de la mañana. Le tocó la frente para checar su temperatura, pues había estado enferma. Le pidió que no saliera de la casa, pero Sophie le dijo que sólo iría a dejar una solicitud de trabajo, pues le urgía encontrar uno.
Elizabeth salió, pero se estuvo comunicando con Sophie durante la mañana. «Ya voy a dejar mi solicitud», le dijo a través de un mensaje, cerca de la una de la tarde. Después de eso, Sophie ya no contestó mensajes ni llamadas. Preocupada, Elizabeth fue a su casa a ver si su hija estaba ahí, pero no la encontró. Se dirigió al lugar donde llevaría la solicitud de empleo, donde le dijeron que la joven tenía cita a las tres de la tarde, pero no llegó.
Elizabeth pidió ver las cámaras y los registros de visitas del lugar, pero no encontró nada. Al salir del lugar recibió la primera llamada. «Tengo secuestrada a tu hija Sofía».
Después llegó la segunda llamada:
—¿Entendiste de lo qué se trata?
—Sí—, contestó.
—Quiero 80 mil pesos para que deje a tu hija.
La madre pidió hablar con su hija pero no la comunicaron.
—¿Cómo sé que la tienes?—, preguntó.
—Tengo su solicitud de trabajo.
Sophie nació el 22 de septiembre de 1998 en Apan, en el estado de Hidalgo. Desde joven fue renuente al estudio, pero a los siete años comenzó a pintar. Su talento era nato. También le gustaba el karate. A los 12 años empezó a tocar el chelo. «Era una artista», cuenta su madre. También recuerda que era rezongona y peleaba con su hermana mayor. «Hasta eso extrañamos».
El mismo 30 de enero, la madre fue traslada a la unidad antisecuestro en Pachuca. Ahí recibió una llamada más. «¿Cuánto juntaste?», le preguntaron. Les dijo que estaba reuniendo el dinero. Le advirtieron no buscar a la policía.
Fue hasta el 31 de enero que volvieron a llamar para preguntar sobre la cantidad reunida. «No le hagas daño, te voy a dar el dinero que me pides», les dijo. Molesto, el sujeto preguntó: “¿Pues cómo cree qué está?” Entrada la noche, cuando se volvieron a comunicar, la madre le hizo saber que ya casi tenía todo el dinero. «Yo le llamo para decirle dónde me deja el dinero», dijo antes de colgar.
La policía se mantuvo cerca de la madre para monitorear las llamadas, pero el sujeto no se volvió a comunicar. La consternación y la impotencia se apoderaron de la familia de Sophie. Pasaron meses. Investigaron en Cuautla, Pachuca, hasta Chihuahua.
El 27 de mayo de ese año, la Unidad Antisecuestro se comunicó con Elizabeth, haciéndole saber que había noticias. «Se localizó al agresor», le dijeron. Estaba en Cuautla y se trasladó a Pachuca, donde lo detuvieron.
Antonio es un sujeto que Sophie conoció en una reunión de amigos, iba con su esposa. Desde ese momento se empeñó en tener algo más que una amistad con Sophie, pero a ella no le agradaba. El sujeto tenía una casa en el Arenal, rumbo a Actopan, en Hidalgo. Durante la investigación se cateó ese domicilio, pero no encontraron nada. Cuando Antonio fue detenido, se llevó a cabo un segundo cateo. Ahí estaba Sophie, debajo de una losa de cemento. El sujeto sacó la tierra y la enterró en el patio de su casa. El cuerpo de Sophie no tenía ningún grado de descomposición, a pesar de llevar cuatro meses enterrada.
Elizabeth la encontró tal como la vio la última vez. «¿La reconoce?», le cuestionaron elementos de la policía. «¿Cómo no voy a reconocerla si yo le di la vida?”, contestó. «¿Por qué la reconoce?», insistieron. La madre, llena de lágrimas, recuerda el momento: “La reconocí por sus manos, sus dientes chuecos, sus pies gordos, ¿cómo no iba a reconocerla?”, cuenta.
La investigación arrojó que Antonio hizo un desfalco en la empresa donde laboraba. «No sé por qué se fijó en nosotras, soy una madre que trabaja, no tengo dinero, no soy rica, de hecho, Sophie quería trabajar para comprarme una lavadora para que no trabajara tanto”. La madre piensa que el sujeto quería sacar el dinero para cubrir el desfalco y eligió a Sophie.
Antonio está detenido desde el 27 de mayo de 2017 y se encuentra en proceso de investigación.
Sophie era una mujer estelar, de aquellas que inspiran. Dejó una larga lista de planes, de conciertos y de sueños. Sus pinturas están intactas. Ese día que desapareció había lavado su ropa, regó su planta y se fue. Su cuarto se encuentra tal como lo dejó.
Cada vez me cuesta más trabajo expresarme. Me siento atrapada por el dolor. No sé cómo plasmar tanta rabia, tantas muertes y tanta impunidad.
Tengo claro que no soy la única que siente y piensa esto, sin embargo, cada vez es más difícil encontrarnos. Y en esa búsqueda, nos estamos alejando, nos están asesinando. El grito pareciera ahogarse, pero, ¿cómo escribir la rabia?
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@FridaGuerrera
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