“Ahí estaba mi niña, asesinada. Desde ese momento mi vida no ha sido la misma”.
El feminicidio en México es un problema que nos debe importar a todos. Ésta es una columna de opinión que publicamos cada semana para visibilizar este grave problema.
Karla Valencia tenía 35 años cuando fue asesinada. Era una médico cirujano y partero, hija de Clara Yáñez, quien la recuerda como alguien en busca de sus objetivos. “Continuaba sus estudios y cubría dos
horarios laborales. Su horario concluía a las cinco de la tarde y después de comer, se iba a una clínica particular, donde también daba consultas y hacia guardias por las noches. Su empleo era muy pesado”. Sin embargo, recuerda Clara, era muy feliz.
El 1 de abril de 2016, después de su día de trabajo, Karla se reunió con una amiga en un centro comercial en Lindavista, al norte de la Ciudad de México. Ambas estudiaban juntas regularmente. Su amiga presentaría un examen para obtener su maestría y Karla se preparaba para un curso y obtener su residencia médica. Esas eran sus citas: estudiar y comentar los casos clínicos que las dos atendían.
Después de estudiar pasó a dejar a su amiga y se dirigió a su casa, en la colonia Narvarte. Hasta ahora, nadie sabe qué sucedió después, pero el cuerpo de Karla apareció en su auto, en una cerrada entre Avenida de las Torres y Avenida de los Cien Metros, a unas cuadras de la Delegación Gustavo A. Madero. “Su hija tuvo un intento de asalto”, le dijeron a Clara.
A dos años de los hechos, la madre recuerda los detalles que le dieron al llegar a la delegación. “Fue un intento de robo. La venían persiguiendo y un auto se le cerró”, “fue un crimen pasional”, “iba sola”, “iba acompañada”, “esa calle se presta para que se estacionen las parejitas”, “le aventaron algo al parabrisas para detenerla”, eran las supuestas líneas de investigación.
Después le mostraron una foto de Karla. Estaba sentada en su auto, con un hoyo en el pecho. Fue entonces que el reloj se detuvo para Clara. “Desde entonces mi vida no ha vuelto a ser la misma. Ahí estaba mi niña, asesinada, sin vida. La vi muy golpeada, la policía se limitaba a decir que había sido un balazo, pero los golpes eran demasiados. Lo que si pude percatarme es que mi hija intento ayudarse, tal vez deteniendo la hemorragia. Ahora recientemente me enteré que la chamarra que llevaba puesta estaba desgarrada. Hay muchas omisiones. Inconsistencias. Y nada más no queda claro quién cometió este crimen”.
Clara, enferma, cansada, acompañada en ocasiones por su bastón, espera que la justicia llegue. A dos años del feminicidio, no hay respuesta de las autoridades. Las cámaras cercanas al lugar no funcionaban. Sólo una en la Avenida de los Cien Metros, que tampoco arroja nada. El auto de Karla le fue entregado a su mamá. Al revisarlo, Clara encontró un casquillo de bala y regresó el auto. Entonces encontraron una huella. La madre teme que como ha pasado con otras pesquisas, también se pierda esa prueba. De hecho, la desesperada madre comenta, “tal vez fueron ellos” [policía].
Había un supuesto testigo que dijo ver a un hombre que salió corriendo rumbo a Cien Metros, el cual fue interrogado por el primer policía de investigación que llegó a la escena del crimen. Sin embargo, al continuar la investigación, el testigo se esfumó. Ahora no lo localizan. Clara solicitó que aquel policía que inició la investigación fuera llamado nuevamente a rendir su informe. Las autoridades responden que el oficial se encuentra suspendido. Por lo que le hace suponer que dicho agente pudiera estar involucrado en el crimen.
Clara es una de las madres que me acompaña en las ponencias “Feminicidio, escuchar, sentir y abrazar”, que damos en los diferentes CCHs y Facultades de la Universidad Autónoma de México (UNAM). El pasado 9 de abril, con lágrimas en los ojos expuso decenas de jóvenes:
“Esto es un calvario que todas las que hemos sido víctimas de feminicidio padecemos, de todas a las que nos han arrebatado a una hija, a una madre, a una hermana, y que con todo el dolor y la rabia, sacamos fuerzas para exigir justicia. Que con las entrañas hechas pedazos y en carne viva, exigimos conocer la verdad de estos asesinatos incomprensibles, tan violentos, llevados a cabo con tanta saña. Es una lucha diaria para que no les den carpetazo. Es entonces que nos convertimos en investigadoras de los Ministerios Públicos. Escuchamos frases como: ‘ustedes, las víctimas, no razonan’. Es imperante que se analicen exhaustivamente y con prontitud todas las carpetas sin resolver, no sólo la de mi hija Karla, que se analicen todas. Cada carpeta”.
Quieres contar una historia de feminicidio, desaparición o intento de feminicidio, búscame y ayúdame a visualizarlas.
@FridaGuerrera