El 70 por ciento de las niñas mexicanas de entre 10 y 14 años que tuvieron un hijo, reportaron que el padre tenía entre 18 y 78 años 12-junio-2018
Una niña de nueve años tiene un bebé en un hospital de Jalisco. Los medios reportan que la pequeña, originaria del poblado de Ixtlahuacán, quedó embarazada a los ocho, también que el bebé y la joven madre son dados de alta en “buen estado de salud”.
Se investiga a un supuesto novio de 17 años que podría ser el padre del bebé; los medios reportan que se desconoce su paradero. Se habla de que el embarazo pudo, “probablemente”, ser producto de un abuso sexual.
Días después las dudas se disipan. No tiene nueve años, tiene 12. No fue un supuesto novio el que la embarazó, fue su padrastro, de 44 años. Este caso, ocurrido a finales de enero de 2013, representa una de las mayores problemáticas del país en relación con el embarazo en niñas: “no se trata de adolescentes teniendo relaciones sexuales con adolescentes, sino de niñas siendo obligadas, coercionadas o manipuladas por adultos”, según afirma un estudio reciente publicado por la organización Ipas México.
También otra realidad: que la violencia sexual está tan normalizada en la sociedad que se reportan, incluso en los medios, casos de menores embarazadas sin analizar el grave problema que hay detrás, dice Fernanda Díaz de León, coordinadora de política y abogacía de Ipas México.
El problema al que se remite esta investigación es que hay una relación directa entre el abuso sexual infantil y el embarazo en menores de edad. En América Latina, el abuso sexual incrementa hasta siete veces el riesgo de tener un embarazo cuando se es niña.
De acuerdo con el estudio Violencia sexual y embarazo infantil en México: un problema de salud pública y derechos humanos realizado por Ipas, siete de cada 10 niñas mexicanas, entre 10 y 14 años, reportaron que el padre de sus hijos tenía entre 18 y 78 años.
“No es como se cree, que las niñas empiezan temprano y que tienen poco acceso a información. Abusar de una niña como si fuera un objeto es lo que está detrás de este problema”, asegura Blanca Rico Galindo, Oficial Nacional de Programa de Salud Sexual y Reproductiva del Fondo de Población de Naciones Unidas.
Por ejemplo, en 2016 la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares reveló que 4.4 millones de mujeres sufrieron abuso sexual durante su infancia, que 1.2 millones fueron obligadas a tener relaciones sexuales por la fuerza o bajo amenazas y que 80 por ciento de los abusos fueron cometidos por familiares de las víctimas: padres, padrastros, tíos, hermanos, primos, abuelos.
Y aunque este problema no es exclusivo de México, la Organización Mundial de la Salud ha enfatizado que 95 por ciento de los nacimientos derivados de embarazos infantiles y adolescentes ocurren en países de bajos y medianos ingresos.
En México, lo que preocupa es el aumento de partos en menores de 15 años. En 2016, esta cifra llegó a su punto más elevado: nacieron 11 mil 806 bebés de madres que tenían entre 10 y 14 años, según el Consejo Nacional de Población (Conapo).
Según el informe, la información solo se obtiene de manera retrospectiva, lo cual dificulta la posibilidad de erradicar el embarazo infantil y adolescente. Eliana Olaizola, directora de Ipas México, dice que no existen registros para identificar cuántos embarazos son consecuencia de la falta de capacidad de niñas y adolescentes para negarse a una relación sexual, también que nueve de cada 10 embarazos ocurren en niñas casadas o unidas, casi siempre por un intercambio económico, en un marco de la normalización de la violencia y la coacción. Según el Diagnóstico de Violencia Sexual, 93 por ciento de las adolescentes encuestadas dijeron que su primera relación sexual fue entre los cinco y los nueve años y que no la consintieron.
Esto es lo que viene después de un embarazo
En marzo de 2017, tras tres semanas después de dar a luz, una menor de 13 años murió por complicaciones derivadas del embarazo en Irapuato, Guanajuato. Su muerte fue consecuencia de una preeclampsia que le provocó daños renales y son una de las principales problemáticas que presentan las menores de edad en el embarazo.
En el estudio de Ipas, se señala que otras agravantes son anemia, hemorragia postparto y endometritis puerperal. También que, por cada mil bebés que nacen en mujeres menores de 24 años, mueren 32 madres.
Pero, aunque la muerte es el máximo riesgo para las adolescentes, hay otros resultados preocupantes que afectarán su desarrollo de por vida, como el rezago educativo, la desigualdad de acceso a oportunidades de desarrollo, barreras para obtener empleos, necesidad de apoyos gubernamentales y ser madres solteras.
Desafortunadamente, pese a que México cuenta con un marco legal que protege los derechos reproductivos de las mujeres y que se basa en el interés superior de la infancia, la aplicación aún deja mucho que desear.
Tania Jiménez, responsable de dar seguimiento al Programa Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, reconoce que es difícil medir los avances de las políticas públicas y que muchos de los objetivos apenas se están definiendo para erradicar la violencia sexual.
El trabajo, sugieren las especialistas, es encontrar una coordinación entre las dependencias de Salud y las de Justicia, en las que se enciendan alarmas en cuanto llegue una menor de edad embarazada para determinar si se cometió un delito en su contra y protegerlas.
El siguiente punto, que tardaremos en ver funcionando, es la concientización de la sociedad sobre el tema. “Tenemos que analizar en cada territorio del país cómo se percibe la violencia y cómo podemos sensibilizar a la población, a partir de su idiosincrasia, para reducir las cifras”.
http://republica32.com/ser-nina-y-ser-madre-la-consecuencia-de-la-violencia-de-genero-en-mexico