“Desde ese día casi no salgo, me da mucho miedo. Tengo una hija más chica que Martha y me aterra cada vez que sale”, comenta Verónica, la madre de Martha.
Es cruel ver que el feminicidio en general crece, llevamos 1275 Feminicidios del 01 de enero al 11 de septiembre de 2018. De ellos 60 son feminicidios infantiles. Sigue encabezando esta larga lista del dolor el Estado de México con 130, Guanajuato con 112, Veracruz con 106, tan solo de lo que hemos logrado recabar en medios de comunicación.
El 21 de febrero de 2016 quedó grabado en la mente de Verónica Tellez. Su hija Martha Castillo, de 17 años, había desaparecido después salir a ver a su novio, en Chicoloapan, Estado de México. De inmediato se movilizó para buscarla, primero con sus amigas en el restaurante donde había entrado a trabajar desde octubre de 2015, pero no la encontró.
Martha era la cuarta hija de Verónica, nacida el 9 de febrero de 1999. El esposo y padre de los hijos de Verónica era muy violento. En una ocasión, recuerda la joven madre, le pegó a uno de los niños. “Ese día lo corrí, y él se desatendió de nosotros. Desde entonces no volví a saber nada de él. Fue cuando decidida empecé a trabajar para sacar a mis hijos”. En 2015 se fueron vivir a Chicoloapan, porque la vida le había presentado la oportunidad de adquirir una casa. “Maldigo ese momento, de saber lo que iba a pasar me hubiera quedado donde vivía”, se reprocha.
Ese 21 de febrero de 2016, Martha le dijo a su mamá que saldría a ver a su novio, para prender una veladora porque él había encontrado un nuevo trabajo. “Una semana antes tuvimos un incidente con una veladora, casi se nos quema la casa, por eso yo no la deje que la encendiera aquí. Hoy me arrepiento”, relata Verónica.
Al día siguiente, el 22 de febrero, la joven madre acudió a poner la denuncia por desaparición al Ministerio Público de Chicoloapan, donde la mandaron a desaparecidos en la Fiscalía de Chimalhuacán. De ahí la enviaron a la Fiscalía de Nezahualcóyotl, para regresarla nuevamente a la fiscalía de Chimalhuacán. Ahí le brindaron la cédula de desaparición. “Empecé a pegar la imagen por todos lados. Alguien seguramente la iba a ver y me iban a decir dónde estaba. Ese mismo día acudí a ver a su novio, pero nada, Martha no había llegado a casa de él”.
El 27 de febrero de 2016 Verónica recibió una llamada. Eran los policías de investigación, quienes le cuestionaron si ya la habían encontrado y le hicieron saber que, en Ixtapaluca, una llamada anónima recibida el 25 de febrero les reportó que había una mujer asesinada en unos sembradíos. “Venga a ver a esta chamaca”, fue la instrucción de los agentes.
Luego de aquella llamada Verónica se trasladó al Servicio Médico Forense (SEMEFO) de Valle de Chalco, Solidaridad. Llevaba el corazón en la mano. “Primero me mostraron unas fotografías, una de ellas de sus piecitos; fue cuando les dije, es ella. Ya no vi a mi niña. La pude ver cuando la funeraria ya la había arreglado. Estaba toda morada, muy golpeada, su cabello largo y hermoso se lo enredaron, para golpearla. Me dijeron que tenía una agujeta en su cuello, vi la cicatriz de la necropsia. Su cabello lo cortaron los de la funeraria y nunca supe por qué no la cepillaron. Mi niña fue dejada en un sembradío, en el paraje del cerro del águila, en Coatepec, municipio de Ixtapaluca, Estado de México. Mi pequeña era muy friolenta, le puse un suéter para que ya no tuviera frío”.
El 29 de febrero de 2016, Martha fue sepultada.
Martha, como muchas otras mujeres, ni siquiera fue visualizada por medios locales. Su feminicidio, como el de decenas de mujeres y niñas, se quedó oculto archivado en las infinitas carpetas apiladas en la Fiscalía de Feminicidios de Tlalnepantla. Durante unos meses estuvieron indagando algunos agentes de investigación, una de las líneas de investigación era la última persona que se supone la vio viva, sin embargo, fue descartado.
Hasta la fecha no hay detenidos, sospechosos, ni algún dato que le pueda decir a Verónica quién le arrebató la vida a su hija.
El 12 de agosto de 2018, luego de que Verónica me contactará por redes sociales, acudí a su casa en Chicoloapan. Una fotografía de cada uno de sus cuatro hijos adorna la escalera diminuta de la casa. La primera que se observa es la de una niña de no más de dos años, de enormes ojos claros: es Martha, me indicó Verónica. Platicamos largo tiempo, y me hizo saber que en ocasiones pierde la esperanza de encontrar a los culpables. La fiscalía estuvo pendiente unos meses, pero desde hace mucho tiempo no la han buscado.
“Desde ese día casi no salgo, me da mucho miedo. Tengo una hija más chica que Martha y me aterra cada vez que sale. A veces siento que me vuelvo loca. No quiero volver a pasar por ese dolor eterno que se quedó aquí enraizado en mi vida”.
Verónica me dice que desde el 29 de febrero de 2016, el día que sepultó a Martha, se encuentra muerta en vida. Su casa deja esa misma sensación. La soledad acompaña a esta mujer, la depresión se quedó eternizada. No acude a terapia psicológica porque no tiene dinero para pagar un psicólogo. Hasta el día que la visité se enteró que deben dársela en la Comisión de Atención a Víctimas del Estado de México (CEAVMEX) por ser una víctima indirecta de la violencia. Y a más de dos años, Verónica espera que en algún momento llegue la justicia.
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@FridaGuerrera
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