Decir algo y visibilizarlo no te hace menos hombre.
“Si te vistes para seducir, alguien va a reaccionar”, me dijeron unos examigos cuando me quejé de los piropos callejeros a los que fui expuesta alguna vez.
Este tipo de comentarios normalizan el acoso. No es broma, estuve una hora siendo acusada por la forma en la que me visto con argumentos baratos tipo “uy, pero si fuera guapo no te molestaría tanto”. Con el tiempo me di cuenta que estos “amigos” cuarentones coqueteaban con chavitas de 17 años y esperaban a que tuvieran 18 para tener sexo con ellas, actitud que yo normalicé en ese momento.
Con el surgimiento del movimiento #MeToo, miles de mujeres alzamos la voz y decidimos nombrar y visibilizar el acoso al cual estamos expuestas día a día. Según ONU Mujeres, dos de cada tres mujeres mexicanas han experimentado algún tipo de violencia, esto quiere decir que prácticamente cualquier mujer con la que has tenido algún tipo de interacción ha sido acosada en algún momento de su vida.
Hace poco me desvelé conversando sobre temas de género con un amigo, quien me confesó, con mucha vergüenza, que hace algunos años, cuando él tenía 14 o 15, en el edificio donde vivía acosaban a una chica: cuando pasaba la toqueteaban. Con la distancia de los años se da cuenta que fue un acto para querer ejercer poder sobre una niña que los intimidaba, pero, ¿por qué demuestran así el “poder”?
Platiqué con algunos hombres sobre el acoso. La mayoría dijeron no haberlo hecho de manera lasciva pero sí haber insistido. “No entendí que no es no y seguí”, fue una respuesta que obtuve en reiteradas ocasiones. Hace unos meses estalló en Twitter una denuncia a un tuitero “famoso”. La acusación la hacía la exnovia y mucha gente que conozco aún lo sigue y mantienen una relación con él. Pareciera que si dicen algo o lo cancelan de sus vidas son menos hombres.
Le pregunté a varios hombres sobre acoso, si lo han normalizado, si lo han cometido o si se han quedado callados.
Roberto, 28 años
He permitido el acoso, tanto con amigos como en el trabajo. Creo que con los primeros me he vuelto mucho mejor al señalarles cuando hacen un comentario agresivo a una mujer que pasa. En el trabajo me cuesta más, obvio no con cosas agresivas, pero sí en lo más sutil como cuando los jefes le dicen “mi amor” o “corazón” a sus subordinadas o pretenden darles masajes. Me cuesta decirlo porque no hay apoyo para contrarrestar esas actitudes y de cierta forma me da miedo que se me echen encima. No dije nada por miedo a que la tomen contra mí y porque esos comportamientos están normalizados al grado que las chicas no se quejan (lo que no quiere decir que esté bien o que no se sientan incómodas pero así es más difícil decir algo).
Román, 27 años
En el momento del recreo, en la cooperativa se amontonaban los alumnos y nosotros empezábamos a tocar a las niñas. Veía que lo hacían mis amigos y yo lo hacía, ellas no decían nada, tal vez alguna te daba un manazo pero no pasaba de ahí. Había una en particular que para su edad tenía un cuerpo muy desarrollado y los hombres nos volvíamos locos por ella. Un compañero le tiraba el lápiz y cuando se agachaba, se paraba detrás de ella y se le arrimaba. Yo nunca hice algo así, pero sentía que podía hacerlo… No dije ni hice nada porque no sabía que era acoso, no sabía que estaba mal, sólo lo sentía, ningún maestro nos hizo conscientes de ello.
Pancho, 29 años
Si acaso en fiestas y bailes me ha tocado llegar a fingir que voy con alguna amiga para que nadie intente ligársela, sobretodo bailando, “salvarla” que le llaman (¡madres con el nombre!).
Emmanuel, 27 años
Un amigo creía que podía tener todo, por encima de la libertad de las personas. Hacía albercadas y cuando las mujeres se cambiaban, él aprovechaba y las videogrababa desde la ventana del baño. Nos enseñaba los videos y adoptamos una postura simple y pasiva, nos parecía incluso como una broma, no denunciamos, fui omiso y reconozco que soy responsable por estos actos. Yo me di cuenta de lo grave cuando llegó a ser acusado de abuso sexual por varias chicas, no tenía que escalar a ese nivel.
Lalo, 30 años
Estaba en un grupo de Whatsapp de puros hombres en el que se hacía el “reporte de culos”: si alguien iba de viaje o andaba en un lugar donde habían morras chidas pues mandaban las fotos. Nunca dije nada. Es bien culero cómo entre hombres si dices algo ya eres el quejón, la vieja, el culón: eres menos hombre.
Después de leer esto me pregunto, ¿de verdad es necesario que a un hombre adulto le tengan que decir qué está bien y qué está mal en cuestiones de acoso? La mayoría de los entrevistados que sí permitieron acoso fue de pequeños, en la pubertad, me pregunto entonces, ¿qué lleva a un hombre a acosar? Me decía un chico que su mamá desde pequeño le dijo que en algún momento lo iban a forzar a hacer algún acto denigrante hacia alguna mujer, que no lo permitiera. ¿En qué momento los hombres saben que tienen poder sobre nosotras y se aprovechan de esto?, ¿Por qué todos los hombres se “tuvieron que dar cuenta” en algún momento de que el acoso está mal? Y bueno, al parecer no todos se han dado cuenta.
Hombres, no acosen, tampoco fomenten el hostigamiento por más mínimo que sea. ¿Se acuerdan cuando nos decían que la marihuana es la puerta a otras drogas? Ah, pues con el acoso sí funciona así, el más mínimo intento de acoso o normalización de este sí es la puerta a otros más graves.
Darse cuenta duele un chingo y hace que desaparezcamos gente de nuestras vidas pero vale la pena. No sólo debemos sacar a los acosadores, sino exigir más y mejores maneras de denunciar el acoso, en el trabajo, escuela, transporte público, en todos lados. No es justo que no estemos cómodas en nuestro día a día sólo porque en la ruleta del género nos tocó ser mujeres. No podemos seguir así.
@anhele