El reciente caso de denuncia contra el concejal Hollman Morris por violencia económica en contra de su esposa deja claro que el machismo no es algo exclusivo de la derecha.
El 22 de enero de este año Patricia Casas denunció al concejal de Progresistas, Hollman Morris, por violencia intrafamiliar y económica. Lo hizo ante la Fiscalía, pero también públicamente en los micrófonos de W Radio.
En la entrevista con la periodista Vicky Dávila, Casas aseguró estar “asfixiada económicamente” desde hace mucho tiempo por el precandidato a la Alcaldía de Bogotá. Según ella, ha tenido que enfrentarse a todo tipo de situaciones económicas, desde cortes de luz hasta cobros jurídicos. Incluso, dijo, ha tenido que pasar hambre junto a sus hijos.
Casas afirmó que está tratando de solucionar gastos que Morris le pasó hace poco, pero que no puede cubrir, pues lleva 20 años sin trabajar, dedicándose al cuidado del hogar y a la crianza de sus hijos: “el proveedor de la casa es Hollman, y cuando él deja de responder, no tengo cómo conseguir los recursos que faltan”. Casas también mostró unos pantallazos de conversaciones con Morris en donde ella expresa necesidad, a la que él responde a veces diciéndole que “trabaje”.
“Yo trabajé 20 años cuidando a mis hijos y al hogar, no permito que digan que soy una mantenida, este es un oficio que se debe respetar”, se defendió Casas.
La mujer incluso hizo pública una denuncia por violencia física, en la que, según ella, el concejal casi la atropella con su carro, haciéndola caer y lastimarse. En el carro, dice, él siguió de largo,“estaba la compañera sentimental de él y su escolta, que era quien manejaba”, afirmó Casas en la W.
Luis Eduardo Leiva, abogado de Morris, habló también en la emisora diciendo que Morris sí cumple con la cuota de manutención de su familia, a pesar de ser un “hombre de clase media que gana entre 16 y 17 millones”. Según Leiva, Casas vive en un apartamento en Rosales y Hollman le suministra una cuota de nueve millones de pesos que ella no acepta. “(El de Hollman) es un salario pírrico para las pretensiones de la señora (…) ella quiere mantener un estatus que no corresponde”, afirmó el abogado, quien también asegura que el abogado al que acudió Casas, Abelardo de la Espriella, un personaje público algo cuestionable, busca afectar la candidatura de Morris.
El concejal, quien se pronunció un día después, opina lo mismo que su abogado, y niega que sea responsable de violencia intrafamiliar. Según él, Casas habla de un “incidente” que deberá ser demostrado. Según Morris, él aporta no nueve, sino más diez millones de pesos. También afirmó que tiene derecho a la legítima defensa y al debido proceso. “Esta es la forma como pretenden acabar con la oposición en Colombia: el ataque moral”, declaró.
Morris se equivoca. Si la denuncia de Casas llega a prosperar, el concejal sí estaría ejerciendo violencia contra la mujer, más específicamente violencia económica, que está muy bien tipificada en la ley 1257 de 2008. En ella bien se lee que la violencia contra nosotras se entiende como “cualquier acción u omisión, que le cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o patrimonial por su condición de mujer (…)”. Asimismo, ahondando en la violencia económica, la ley define que se entiende como “cualquier acción u omisión orientada al abuso económico, el control abusivo de las finanzas, recompensas o castigos monetarios a las mujeres por razón de su condición social, económica o política”. Es decir, contrario a lo que piensa Morris, no aportar la cuota necesaria para la manutención del hogar se traduciría en violencia contra la mujer. Su esposa estaría siendo violentada porque la violencia económica también es violencia.
Si los pantallazos que Casas mostró en la W llegan a comprobarse, Morris volvería a estar equivocado, cuando le dijo a la mamá de sus hijos que trabajara y que era una “mantenida”. Probablemente Morris no conoce el concepto economía del hogar, o economía del cuidado, que está definida en la ley 1413 de 2010, refiriéndose al trabajo no remunerado que se realiza en el hogar: mantener el oficio de la casa, cuidar a otras personas del hogar, incluyendo a la fuerza de trabajo remunerado, la cual muchas veces es el papá, el “hombre de la casa”, como, imagino, lo fue Morris en su momento. Entonces en 20 años Patricia Casas no fue una mantenida ni mucho menos, fue una mujer que, como tantas en este país, se dedicó a la economía del hogar, una economía fundamental para el desarrollo económico y social de un país, como lo reconoce el Decreto 2490 de 2013, al menos en el papel, pues aún falta mucho reconocimiento, sobre todo social, de lo que tantas mujeres hacen dentro de los hogares.
Entonces no es que Patricia Casas haya sido una mantenida o una desempleada. Más bien fue que durante 20 años Hollman Morris pudo salir a trabajar gracias al trabajo de ella.
Como la persona más coherente del partido de Morris, Ángela María Robledo, quien fue la fórmula vicepresidencial de la campaña de Petro, fue la primera política en repudiar los presuntos actos del concejal:
A este trino le siguieron otros, de políticos como Gustavo Bolívar y Claudia Castellanos, de Cambio Radical.
Gustavo Petro, por su parte, se pronunció levemente ante los medios nacionales un día después, afirmando que las denuncias por violencia intrafamiliar, incluida esta, debían ser tramitadas con “prioridad y rápidamente”. También agregó que en la Colombia Humana la mujer debe tener poder, que está esperando una respuesta y que Morris debe dar las explicaciones correspondientes al caso. Sin embargo también pidió prudencia, pues para él “se trata de la vida privada de las personas”.
Muchas personas en redes le criticaron la tardanza a Petro, que no se ha vuelto a pronunciar sobre el caso. Lo que sí deja claro esta denuncia en contra de Morris, es que el machismo y la violencia patriarcal en nuestra contra no distingue entre posiciones políticos: los hombre machistas existen tanto en el ala derecha como en el ala izquierda, por más revolucionarios que ellos digan ser.
Hace tan solo una semana yo estaba escribiendo otra columna sobre un nuevo caso de presunto maltrato físico perpetrado por Gustavo Rugeles, un bloguero cercano a las facciones más derechistas del país. Una semana después, estoy escribiendo este texto sobre Morris, uno de los políticos que representan la izquierda colombiana. Un caso no tendría por qué ser diferente del otro: a pesar de ser métodos diferentes, si llegan a ser comprobadas, ambas son violencias ejercidas contra la mujer y están tipificadas por la ley colombiana.
Ahora, ¿por qué hubo tanta gente pidiendo justicia para el caso de Rugeles, pero cuando se trata de un candidato de la representación de la izquierda en Colombia, la gente sale a defenderlo afirmando que las denuncias de Casas no pasan de ser una jugada política para desprestigiarlo y que la violencia económica no es comparable a la violencia física? ¿Por qué la lenta respuesta de Gustavo Petro? Ambos casos son igual de reprochables. La violencia machista, en todas sus formas, debe condenarse por igual, venga de donde venga.
Curioso cómo se las arreglan los hombres machistas para voltear siempre las situaciones de manera que ellos sean los protagonistas. Quizá esta vez no se trate sobre ti y tu carrera política, Hollman Morris. Quizá esta vez se trate sobre tu familia, y sobre la mujer que dedicó su vida a criar a tus hijos.
Es momento, y es urgente, que la izquierda colombiana y los movimientos progresistas de este país miren para adentro y se revisen esos machitos internos que muchos tienen. No por pertenecer a un movimiento de izquierda se justifica el maltrato en nuestra contra y las conductas patriarcales, eso los convierte en los mismos especímenes a los que critican. Cero condescendencia y cero espacios para los políticos machistas en este país, sean de derecha y mucho menos de izquierda.
Como dicen muchas mujeres feministas a las que admiro, y con toda la razón: «¡la revolución será feminista o no será!”. Todo el apoyo para Patricia Casas y exigimos cuanto antes que Hollman Morris enfrente esta denuncia ante la Fiscalía.