Rechazan cualquier tipo de violencia, explotación o tortura que se aplique a los animales debido al especismo.
“Sí… sí recuerdo el momento exacto”, cuenta Karina Blanco sobre el momento en que dejó de consumir animales. “Fue hace unos años cuando adopté a mi perro… dije que era como comerse a mi mascota. Comer la patita con la que camina, la que nos da cuando saluda. Lo entendí así desde el momento que lo dije y me impactó muchísimo mi propio comentario”.
Fue hace seis años cuando de manera tajante, la carne desapareció de sus comidas; sus alimentos dejaron de incluir crema, queso, huevo o cualquier derivado y entre sus conocidos empezaron los chistes sobre su “falta de proteína” o la burla de que necesitaba unos buenos tacos para dejar de ser vegana.
Para Karina el cambio alimenticio necesitaba ser como un golpe, sin detenerse a pensar qué día podía permitirse consumir productos animales, “te dices que si hoy no comiste carne, tal vez puedes hacerlo mañana y lo harás los días siguientes”.
Sin embargo, su veganismo representa sólo una parte del movimiento que realmente sustenta su estilo de vida, más allá de hacerlo por la nutrición, el cuidado del ambiente o la dieta, Karina ha cambiado sus hábitos porque considera que la violencia que viven los animales es igual de sistemática a la que enfrentan las mujeres. Una postura que se conoce como feminismo antiespecista.
Machismo, sexismo… ¿especismo?
Durante las últimas décadas, en el feminismo hay una agrupación de mujeres que aboga por la lucha antiespecista. Rechazan cualquier tipo de violencia, explotación o tortura que se aplique a los animales debido al especismo, es decir, la creencia de que el ser humano es superior a todas las especies y puede utilizarlas para su beneficio.
La primera expresión del antiespecismo es el veganismo.
“Como feministas no podemos buscar la liberación de las mujeres sin apelar a una liberación absoluta de las hembras. No defendemos todas las luchas, pero la explotación de los animales es muy parecida y sistemática a como la vivimos nosotras. Está en el hecho de creer que puedes explotar, violar, descuartizar y matar especies porque tienes derecho sobre ellas”, explica Karina.
Esta postura no es defendida o practicada por todas las feministas, sin embargo, cada vez se adapta más a la “interseccionalidad” de su movimiento, como lo nombró por primera ocasión Kimberlé Crenshaw en 1989 para explicar de que manera la opresión se sustenta en diversas categorías sociales, en este caso, en el machismo y el especismo.
La violencia no da risa
“Me han hecho comentarios sobre hacer una carnita asada en mi nombre porque que vivo de verduras que no me nutren. Lo dicen como una burla que no me da risa. La violencia no es un chiste”, contesta Esperanza Díaz, una estudiante de 22 años, cuando es cuestionada por su veganismo.
Ella también es feminista antiespecista desde hace un año, cuando entre los días de comer hamburguesas y alitas de pollo se cuestionó que si defendía y abogaba por los derechos y libertades de las mujeres asesinadas, porqué consumía a un ser que también es asesinado para satisfacer gustos del hombre.
Todo en su vida es vegano, desde los alimentos hasta las botas negras de suela ancha que calza, por eso no cree que tomar el feminismo antiespecista sea una broma de su riguroso estilo de vida.
Karina también enfrenta estas situaciones que resultan molestas pero su voz es ligera e indiferente cuando responde que no le importan: “Los chistes, las burlas, la falta de creencia en esto es un lugar común. Todas pasamos por allí, por creer que estos problemas son una broma que no tienen relación, pero cuando lo reflexionas y te adentras a estudiarlo, descubres que es el mismo comportamiento y explotación sistemática de otros seres vivos”.
Finalmente se ríe y comenta que puede seguir comiendo algunas botanas como las demás personas, de esas que cuando te acercas te preguntan si les compartes un poco, por ejemplo, las papas fritas.
Sobre satanizar los alimentos
“No puedo satanizar ningún producto que cumpla con sus requerimientos nutricionales. No puedo satanizar la carne, aunque un estilo de vida vegano sea sostenible. Los animales tienen proteínas completas, pero también se puede mantener una alimentación sin ellos, a través de una dieta complementaria, preferiblemente vigilada por un profesional”, comenta Perla Delgado, nutrióloga en Puebla.
Desde su posición de profesional de la salud asegura que una dieta correcta también se forma de acuerdo con los gustos, consciencia y disponibilidad de alimentos que tiene cada persona; desde su postura feminista, ella conoce el antiespecismo, pero no lo practica porque considera que la defensa de los derechos de las mujeres es prioritaria.
Sin embargo, recomienda a sus compañeras que quieren iniciarse en la vida vegana que lo hagan cuando alcancen su estadía de crecimiento debido a que las proteínas animales favorecen el desarrollo del cuerpo. Y una vez que se está en edad de cambiar hábitos, siempre se debe buscar consumir los requerimientos básicos. Por ejemplo, la leche como fuente de proteínas, grasas, calcio y fósforo, puede sustituirse por el calcio de las espinacas o la grasa del aguacate.
Enfrentar el estigma y la cultura
Esperanza y Karina coinciden que no es sencillo vivir una vida vegana cuando las ocupaciones cotidianas ocasionan largas jornadas en la calle, donde abundan los puestos de tacos, tortas y garnachas o los negocios de comida corrida. Todo relacionado a la carne y los derivados, excepto las quesadillas de hongos a las que Esperanza recurre para satisfacer su hambre.
“El problema es que no hay opciones, es cultural. Entre más demandemos tener espacios libres de maltrato animal, más lo vamos a tener. Debemos alzar la voz por visibilizar muchos tipos de alimentación, más éticas”, comenta Karina, que en un par de ocasiones ha tenido que recurrir a carne de pollo cuando no tiene tiempo de cocinar o regresar a su casa para la comida.
Además, desde una perspectiva personal, ambas defienden los impactos positivos en la salud que se reflejan en más energía, una piel más saludable y sueños tranquilos, al igual que una economía estable debido a lo barato de la dieta vegana.
“El antiespecismo es la reivindicación de la vida, saber que todas las especies debemos ser tratadas dignamente. No hay que querer tener derechos sobre los animales, así como no queremos que los hombres los tenga sobre nosotras”.