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Ana Baquedano y su lucha contra la sextorsión

by adminj85jshgn 15 abril, 2019 0 comment

Ana Baquedano Celorio, joven yucateca estudiante de psicología, sobreviviente de un caso de sextorsión y hoy Premio Estatal de la Juventud 2018, convirtió una experiencia terrible en una herramienta de vida que ahora comparte con muchas jóvenes en las conferencias que da.

¿Es el sexting (enviar mensajes eróticos e imágenes íntimas por internet) una forma de sexo seguro? Podría serlo si consideramos que en este intercambio no hay virus ni embarazos no deseados. Sin embargo, el riesgo es alto. Esta práctica implica un enorme gesto de confianza que, en muchos casos, es traicionada.

El receptor de la foto o video -ya sea un ex novio despechado o un extorsionador que se hizo pasar por alguien más- amenaza con divulgar la imagen que tiene en su poder y ridiculizar a la víctima, o destruir su reputación, si ésta se niega a hacer aquello que él le exige a cambio de no difundir el material. Puede tratarse de dinero, que le mande más fotos, o lo más grave: que haga cosas peligrosas o humillantes que no quiere hacer.

Si bien cualquier practicante de sexting podría ser víctima de sextorsión, hay un grupo particularmente vulnerable: los adolescentes . Ellos (mayoritariamente ellas) son víctimas frecuentes, y al vivir las amenazas en soledad, llenos de miedo, culpa y vergüenza, imaginan consecuencias terribles, se sienten acorralados y algunos llegan al extremo de considerar el suicidio.

Es el caso de Ana Baquedano Celorio, una joven  yucateca estudiante de sicología, sobreviviente de un caso de sextorsión, y hoy Premio Estatal de la Juventud 2018, con quien tuve el gusto de platicar. Ana  convirtió una experiencia terrible en una herramienta de vida que ahora comparte con muchas jóvenes en las conferencias que da. Decidió dejar de ser “la niña de la foto” y convertirse en una valiente activista que promovió en Yucatán una iniciativa de ley que castiga con cárcel la difusión no autorizada de las imágenes íntimas de otra persona. Si dicha persona es menor de edad, el delito será considerado pornografía infantil. Esta ley se aprobó y entró en vigor en agosto del 2018.

Viéndola hoy,  luminosa y fortalecida a sus 23 años, parece increíble que haya llegado a sentirse tan vulnerable cuando, teniendo ella 16 años,  su exnovio –a quien conocía desde la infancia y en quien confiaba plenamente- difundió una fotografía suya, desnuda, sin su consentimiento.

“Me imaginaba que mi vida se iba a acabar”, dice Ana. “No se lo conté a nadie. Le pedí a mi mamá que me llevara al sicólogo, pero al sicólogo tampoco le dije nada. Algo que te pasa con este tema es que sientes que tú tienes la culpa. Tu peor enemiga eres tú. Tú te arruinaste la vida. Yo me odiaba. Me sentía súper sola”.

La fotografía apareció después en una página web manejada por delincuentes, dedicados a exhibir imágenes íntimas de jovencitas, en su mayoría menores de edad,y hasta sus datos personales -incluyendo sus direcciones y números de teléfono- para luego extorsionarlas. Sobra decir que no tenían el consentimiento de las víctimas. La página obtenía las fotos vía facebook, de manos de personas en quienes las adolescentes habían confiado, sin imaginar las consecuencias. La foto de Ana empezó a circular por todas partes.

“El peor momento fue cuando la foto entró a mi universidad”, cuenta Ana, quien viniendo de una escuela privada y religiosa, se había esforzado mucho por integrarse en la Universidad Autónoma de Yucatán.  “Mucha gente me conocía. Era presidenta de salón, estaba en la sociedad de alumnos. Todo el mundo sabía quién era yo: era la niña fresa que todo el mundo conoce. Mi facultad era muy grande. Eran 2000 personas que habían visto la foto. Se notaba en sus ojos. Me hacían comentarios incómodos, bromas.  Hablaban de mí a mis espaldas. Escribían cosas en las mesas. La gente no solo comentaba sobre mi calidad moral, sobre cuánto valía yo, sino también opinaban sobre mi aspecto físico. Mis inseguridades estaban potenciadas y yo tenía solo 16 años. Hubo un punto en que sentía que todo el mundo tenía derecho sobre mí. Todos te están viendo desnuda, todos opinan”.

Ana se enfermó de colitis y, siendo una alumna destacada, empezó a  fallar en la escuela. Pensó que sería buena idea inscribirse a un gimnasio para sacar el estrés. No sabía lo que le esperaba.  “Entró la foto al gimnasio; me tuve que salir. Se enteró mi familia. Me fui a Holbox pensando que era una isla y podría relajarme, y un tipo me grita “Tú eres la de la foto. Te traigo en mi celular”.

Sus amigos cercanos trataban de ayudarla, aunque no de la mejor manera.

“Me decían: “Dí que no eres tú”, y yo me preguntaba: ¿por qué debo ser yo la que siente vergüenza? Yo cumplí. Yo borré la foto de mi exnovio ese día. Si tú haces una promesa con una persona y esa persona la rompe, ¿quién falló?”.

La fase de empoderamiento

Ana, que se define como “impaciente”, se hartó: “Todas mis conversaciones giraban en torno a eso, toda la gente llegaba a hablarme de eso, hasta que decidí: ¡Lo voy a decir yo!”. Fue así como se apropió de su historia, de su foto, de su cuerpo, y les quitó el poder a los demás.

“Si salía con alguien, en la segunda cita -no me esperaba más- le decía: Tengo que hablar contigo. Hay una foto que está circulando, ¿ya la viste? Quiero que escuches mi versión y no para justificarme, sino para saber que estás de acuerdo conmigo y vas a sumarte a mi causa”. Ver cómo reaccionaban era para ella un indicador muy importante.

Ana, que siempre había sido de esas niñas que le cuentan todo a sus mamás, esta vez se tardó dos años en atreverse a hablar con ella de lo ocurrido.  “Conté con su apoyo. Su primera reacción fue: ¡Te lo dije! ¡Lo sabías!, pero después me preguntó ¿Cómo te ayudo, qué necesitas? Me dijo: Yo voy a estar contigo, soy tu mamá y vamos a salir de ésta.  Saber que yo tenía un espacio seguro con ella me sirvió un montón”.

A esas alturas, Ana ya solo necesitaba apoyo emocional. No podía denunciar al exnovio traidor porque ya ni siquiera existía el celular con el que, dos años atrás, había mandado la foto. Lo que sí hizo -con ayuda de los abogados de la ONG INDIGNACIÓN A. C.- fue denunciar a la página web “Yucatercos” donde exhibían, anunciaban y extorsionaban a las jóvenes de la región, y desde la cual promocionaban la foto de Ana con la leyenda “Zorra”. Logró que cerraran la página y que se persiguiera a los criminales.

“Fue un triunfo a medias porque solo agarraron a dos de toda una red de trata de personas. Uno salió bajo fianza. Las  otras niñas que pusieron la denuncia solo querían que bajaran la página. Yo quise seguir. Lo que quería era que de verdad se hiciera justicia. Todos los estados tienen una página de este tipo”.

Tras la denuncia contra el sitio de internet, Televisa le hizo un reportaje. Ana pensó que haber contado su historia en televisión nacional, por única vez, habría sido su contribución a la causa, pero el reportaje generó mayor interés.

El Diario de Yucatán, el periódico más leído del estado, la invitó a escribir un artículo. Para sorpresa de Ana, lo publicaron en domingo.  Luego fue a una entrevista en un programa de radio local. Hubo tanta química con los conductores que la invitaron a quedarse en el programa como conductora. Al poco tiempo , Ana fue invitada a formar parte de un programa gubernamental de prevención del delito llamado “Escudo Yucatán”. Con ellos, comenzó a dar conferencias para alumnos de secundaria.

Las jovencitas empezaron a escribirle y contarle sus historias, esperando que ella les diera soluciones.  A pesar de ser un programa gubernamental, no las había. Ana se sentía frustrada. “¡Todas esas historias que yo estaba escuchando de gente que iba a denunciar y la regresaban a su casa! Una  mamá me dijo: “Llevé a mi hija y nos dijeron que no se puede hacer nada”. Pensé: “No puede ser que solo sean conferencias. Tiene que haber una atención a víctimas y una legislación”. Entonces fui con ellos ( la gente de Escudo Yucatán)  y les presenté la idea de la iniciativa de ley”. Con el cambio de gobierno en el estado, “Escudo” se desarticuló, pero Ana siguió adelante. La ley que castiga con cárcel la difusión de imágenes íntimas de otra persona sin su consentimiento es hoy una realidad en Yucatán.

No conforme con lo logrado, Ana constituyó una asociación  civil (cuyo lanzamiento formal ocurrirá tentativamente en marzo) con un equipo conformado por abogados , empresarios y activistas como ella.

“Creo que lo más difícil del trabajo que estoy haciendo es que la gente quiere que le soluciones las cosas. Me hablan y me dicen: ‘Ayúdame ahorita. Me está pasando esto, no sé que hacer.’ Yo lo que intento es que la gente aprenda a identificar qué necesita. ¿Ayúdame a qué? ¿Te ayudo a que te sientas mejor, a contárselo a tu familia, a que vayas a denunciar? ¿A qué te ayudo?”.

Ana ha llevado la ayuda a otro nivel. Ella y sus colaboradores ya están trabajando en el Senado para impulsar una iniciativa federal en materia de respeto a la intimidad.

¿Cómo detener la sextorsión?

A fines de septiembre 2018, la REDIM (Red por los Derechos de la Infancia en México) junto con REDLAMYC ( Red Latinoamericana y Caribeña por la Defensa de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes) y el Consejo Ciudadano de la Ciudad de México, apoyados por Facebook y Twitter, lanzaron una campaña llamada #DeténLaSextorsión. En la plataforma del mismo nombre:  detenlasextorsión.org , puede encontrarse información puntual, y sobre todo, ayuda. Este sitio web ofrece recursos para las víctimas, madres y padres de familia, educadores y legisladores, en un lenguaje cercano, amable. Además, el Consejo Ciudadano ha puesto el número  *5533 a disposición de cualquier persona que necesite auxilio, orientación o apoyo para llevar a cabo la denuncia de manera confidencial. Del otro lado del teléfono encontrarán sicólogos y abogados, y el respeto absoluto a su privacidad, porque no se les pregunta su nombre.

En cuanto a Facebook, Francisco Estens, Gerente de Políticas Públicas para México, América Central y el Caribe de esta empresa, afirmó que para ellos es primordial que todas  las personas se sientan seguras. Es por eso que trabajan cercanamente con sociedad civil, académicos y expertos, en el desarrollo de programas de educación para crear un ambiente que propicie la seguridad. Por su parte, Hugo Rodríguez, Director de Políticas Públicas para Twitter en América Latina de habla hispana dijo: “Compartir imágenes o videos de otra persona sin su consentimiento es un incumplimiento de las reglas de Twitter. Además de reforzar los mecanismos para reportar y eliminar este tipo de contenido, nos enorgullece aliarnos a campañas que promueven consejos útiles a las personas afectadas sin revictimizarlas ni estigmatizarlas. Es importante que todos apoyemos una cultura donde el énfasis sea el respeto a la intimidad y privacidad de todos”.

Ana Baquedano fue invitada a sumarse a esta campaña compartiendo en un Facebook live su experiencia, de la misma forma que lo hace en sus conferencias: con honestidad, desenfado y sentido del humor.

“Los temas se van relacionando: Es amor propio es body positive. Las fotos y la intimidad, las relaciones sanas, ser dueña de tu cuerpo. Yo nunca me meto con si la gente quiere enviar fotos o no. Yo ya pasé por eso. Viví para contarlo. Hay mucha gente que no, porque ha acabado en suicidios. Tampoco creo que la gente me vaya a hacer caso si le digo: “ No mandes fotos”. Por eso mejor les digo: ¡Tómense fotos que les gusten! Que si salen, digas: ¡Me veo muy bien! Tómenselo con humor”.

“La mayor parte de las veces la gente no corre el peligro que cree que está corriendo. Sí sirve hablar tú primero . Cuando me cuentan que alguien les está amenazando con decirle a su papá, les digo: ¿ Y si se lo dices tú? Y si no, ¿a quién sí se lo puedes contar para que sea tu apoyo, tu escudo? Quien te está amenazando con difundir tus fotos te crea un miedo enorme. Sientes que nadie te va a apoyar, que no tienes otra alternativa que hacerle caso. Quieren intimidarte diciendo: “Si sale la foto se va a arruinar tu vida”. ¡Una foto no te define! Una foto no define quién te va a querer y quién no. ¡Y mira que me lo han dicho!: ‘Nadie te va a querer, Ana. Solo yo’  ( se ríe). Y yo respondo: ¿quieres apostar? Una foto de tu cuerpo desnudo no es más que un archivo y no representa un poder sobre ti, si tú logras que no te importe. ¡Claro, hay de fotos a fotos! Hay videos… Mi caso fue una foto. Entiendo que tal vez yo estoy hablando desde el privilegio”.

La lección aprendida de Ana

“Los prejuicios son lo que más daño nos hace como sociedad y como personas, pero puedes sobrevivir a todas las ideas y quedarte con las tuyas.  Nadie sabe mejor que tú, quién eres. No tienes que creerte lo que te dicen . No es personal. A mí me dijeron ‘eres una zorra, eres una puta’, pero cuando le pasó a otra chava le dijeron lo mismo. ¿No valgo nada? Ah. ¡Nadie vale nada! No es contra mí y no tengo que tomármelo personal, ni creérmelo. A quienes les ha pasado les han dicho lo mismo”.

Con el sentido del humor que le ha permitido enfrentar una buena cantidad de problemas  a su corta edad, Ana comenta:

“Cuando me preguntan: Ana, ¿cómo es el sexting seguro?, les digo: “¡Pregúntenle a alguien que sepa! (risas) Para mí la persona que manda fotos no está mal. La que está mal es la que traiciona su confianza y difunde su foto sin su consentimiento. ¡Tengo casos de niñas a las que algún vecino les tomó la foto a través de la ventana mientras se bañaban!, y tiene el mismo efecto en sus vidas.   Pero yo sí creo que una experiencia así te puede fortalecer. Piensas: ¡Ya sobreviví esto!”.

Ana está entusiasmada con el proyecto de la asociación, pero sigue estudiando y le apasionan muchas causas, entre ellas el feminismo y los derechos de la comunidad LGBT. Le ha emocionado haber sido mencionada como una mexicana inspiradora junto con personalidades que admira, en artículos publicados por mexico.com y masdemx.com.

Aunque seguirá abanderando la lucha contra la sextorsión mientras lo considere necesario- actualmente trabaja con  víctimas y autoridades en Yucatán contra otra página que lucra con fotos y videos de niñas y mujeres del sureste- Ana Baquedano tiene muchos otros planes a futuro. Atrás quedó la chiquita de 16 años que llegó a pensar en suicidarse ante la angustia de saberse traicionada, expuesta y víctima de los prejuicios  y la crueldad de quienes no dimensionan el daño que causan.

“Ahorita yo soy la persona que puede hablar del tema pero, cuando crezca  y tenga 35, va a haber una persona de 20 que va a poder hablar de esto mejor que yo. Yo solo soy una de las historias que se pueden contar”

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