Después de que un video suyo terminara en una página llamada “Rólalos Huauchinango”, Olimpia hizo de su historia una iniciativa de ley que castiga la “distribución de packs”.
Tras una relación de seis años, el ex novio de Olimpia Coral Melo le propuso hacer un video sexual. Ella aceptó y el video se hizo. La duración fue de un minuto y treinta segundos. Minuto y medio que se difundió por WhatsApp sin consentimiento de ella y en 2014, meses después de la primera distribución, llegó a una página de Facebook llamada “Rólalos Huauchinango”.
“¿Alguien quiere ver como monta de verdad? A los 500 likes subimos su video”, decía la publicación en la que se adjuntaba una foto de ella montada a caballo, pasatiempo que disfrutaba como escaramuza en Huauchinango, un municipio de la sierra de Puebla de donde es originaria.
Olimpia no sólo encontró su video, sino, todo un mercado de explotación sexual en el que participaban 60 mil personas de una comunidad de aproximadamente 100 mil —en aquel tiempo—. Es decir, más de la mitad de la población conocía ese minuto y treinta segundos. Y no sólo el de ella, sino el de cientos de mujeres. “Fue el momento de mayor terror en mi vida”, comenta.
La difusión ocasionó un robo de fotografías de su perfil en redes sociales, filtración de sus datos personales y de su familia, la llegada de más de 40 mensajes diarios de hombres mostrando su pene invitándola a tener sexo y un intento de denuncia en el Ministerio Público donde la primera respuesta de los funcionarios fue “a ver el video”.
Olimpia no quería asistir a la universidad. No quería salir de su casa. No quería llamarse Olimpia.
En Yucatán, Ana Baquedano también había pasado por una situación parecida cuando tenía 16 años. Sus fotos fueron difundidas por su exnovio y llegaron a una página llamada “Yucatercos”, otro mercado de explotación sexual donde difundían nudes y packs, como les llaman algunos.
Ana vivió la primera difusión cuando estaba en la secundaria. Ocultó lo que pasaba y tuvo que pedir atención médica. Sin embargo, cuando llegó al psicólogo no quiso contarle nada. Y vivió la segunda difusión en la universidad. Allí no pudo esconderlo, todos se enteraron.
Los casos de estas mujeres no procedieron por la vía legal porque la única sanción posible era por ultrajes a la moral. En casi la totalidad de México, la distribución de material íntimo sin consentimiento no es un delito, a pesar de que 47.9 por ciento de mujeres con acceso a internet (9 millones de ciudadanas) reportó diversos casos de violencia digital, según el Módulo sobre Ciberacoso 2015 (MOCIBA), parte de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de las TIC en Hogares (ENDUTIH).
Olimpia Coral y Ana Baquedano actualmente son activistas y convirtieron sus historias en iniciativas de ley que desde hace unos meses castigan la “distribución de packs” en sus estados: Puebla y Yucatán, respectivamente, y también en Chiapas.
“Tú no luchas contra las personas, tú luchas contra cada like, cada me divierte, cada me encanta, cada comentario de sí, cada compartir. Dicen ‘pásenlo (su video), rólenlo, no me importa su dignidad, no importa su privacidad’”, cuenta Olimpia.
Así que si la pena, la culpa, el miedo que ellas vivieron te resulta familiar porque estás en una situación parecida o conoces de alguien que lo esté, a través de sus historias, estas son algunas recomendaciones que deberías saber si tus fotos y videos íntimos también se difundieron.
No es tu culpa
“Cuando me ocurrió pensé que me iban a regañar en mi casa, a suspender en la escuela, que nunca podría conseguir trabajo, que mi vida se iba a destrozar. Y sentía que todo era por mi culpa”, describe Ana con una sonrisa en el rostro que habla del miedo y la culpa como vivencias superadas.
¿Por qué mandé la fotografía?, ¿quiénes lo saben?, ¿por qué me confié?, ¿cómo corrijo la equivocación? Olimpia intentó llegar a un acuerdo con los administradores de Rólalos Huauchinango. Sin embargo, sólo recibió extorsión bajo condiciones que prometían borrar su video a cambio de más contenido sexual hecho por ella.
El problema de las fotografías y los videos íntimos no está en hacerlos o enviarlos. Si bien algunas mujeres prefieren tomar precauciones como ocultar su rostro o evitar mostrar marcas reconocibles de su cuerpo, el delito es cometido por quien comparte contenido privado sin consentimiento de la víctima, pues una foto personal enviada no representa autorización para ser parte del dominio público.
“Pero no son semanas para querer alcanzar justicia, no son semanas para entender que eres tú eres la víctima. Es una cuestión de meses poder comprender que tienes derecho a la intimidad”, dice Olimpia.
Acude por asesoría legal y psicológica
Actualmente sólo tres de las 32 entidades federativas del país tienen tipificado el delito contra la privacidad sexual: Yucatán, Puebla y Chiapas. En el caso del primer estado se conoce como “pornovenganza” y consiste en publicar, divulgar, amenazar con fotos eróticas, sexuales o pornográficas —con o sin consentimiento de la involucrada— por medios digitales, electrónicos, etcétera. Tiene una sanción de seis meses a cinco años de cárcel.
En el caso de Puebla y Chiapas, existe la Ley Olimpia: “considera delito contra la privacidad sexual o intimidad corporal, quien o quienes publiquen, difundan o compartan, a través de cualquier medio electrónico, imágenes, audio o videos”, con pena de tres a seis años.
Además, el pasado 13 de marzo se aceptó el segundo proyecto que da hasta tres años de prisión en entidad poblana por ciberacoso y recientemente la ley se ha presentado por Coahuila, Morelos y Baja California Sur. Olimpia Coral realiza todo esto como parte del Frente Nacional para la Sororidad.
Estos hechos refieren a mujeres tomando acciones por una violencia contra las mujeres que no se considera delito, así que, si denunciar vía legal es complicado desde tu ubicación geográfica debido a problemas de legislación, puedes contactar al Frente a través de redes sociales para informarte sobre acciones legales y virtuales.
Y a pesar de que no existen registros específicos de las repercusiones psicológicas que viven las agraviadas por ciberacoso, consultar atención médica en este tipo de organizaciones puede ser de ayuda mediante un acompañamiento. Además de mantenerte cerca de familiares o amistades de confianza.
Ponte en acción
“Creo que lo que falta son mujeres en todos lados que se pongan las pilas. Donde vemos cómo no funciona el sistema de justicia, podemos poner manos a la obra. Hace falta que se deje de romantizar historias de éxito como la mía”, dice Ana tras preguntarle por la manera de accionar ante la violencia digital. Lo dice segura pero también aclara en repetidas ocasiones que poder participar en este tipo de iniciativas es cuestión de privilegios en un país de desigualdades.
Sin embargo, para Baquedano el problema de ciberacoso no sólo es legal, también involucra manejar un discurso distinto, normalizar el poder hablar de la sexualidad y las violaciones que ocurren dentro de ésta.
Dice que su activismo inició desde que fue invitada a un programa de televisión yucateca para hablar de su historia y pidió que no taparan su rostro, que no ocultaran su nombre.
“Estas legislaciones han servido para que la gente tenga formas diferentes de construir lo que está pasando. Yo quiero que mi trabajo y mis acciones sean una forma diferente de concebir este problema. Que tengamos una manera de entender que problema de todos. No es una historia de dos. No sólo es de quien lo mandó y quien lo recibió”.
Cuenta tu historia
Ana Baquedano narra sobre la cantante australiana Sia, quien fue extorsionada con unas fotos en 2017 y ella prefirió publicarlas primero en sus redes sociales. Lo dice como ejemplo de las decisiones que tomas sobre cómo contar tu historia.
“Me cansé de sentirme incómoda y estar todo el tiempo la defensiva, entonces decidí contarlo yo y me volví adicta a contar mi historia porque me fortalecía, me ponía en control tras años a la merced de quien me la contara. Si me van a escuchar hablar de esto que sepan que yo no tengo miedo, que sepan que no tengo de qué avergonzarme”, concluye Ana.
A kilómetros de distancia, Olimpia también termina de contar su historia citando a su mamá, una mujer indígena de la sierra de Puebla, que la motivó a adentrarse en el activismo: “Hija mía, todas cogemos. La diferencia es que a ti te ven coger. ¿Y eso qué? No te hace una mala persona, no te hace una delincuente, no te hace una mala mujer. Lucha porque tu cuerpo desnudo no es un crimen”.