Hasta hace muy poco los pequeños dejaron de dormir con la foto de su mamá, la tenían a un lado, le platican, le rezan, le dicen que la extrañan, qué cuándo va a venir, y de pronto recuerdan que ya no está, entonces lloran, la necesitan.
“Quiero ver a mi mamita, ¿ya va a despertar?, ahorita vamos a ver a mi mamá, ¿para ver cómo está dormida? Pesa mucho mi mamá”.
-Si mi amor pesa mucho y eso que estaba bien flaca.
“Ahorita vamos a abrir ahí, ¿vamos a abrir?” – No mi amor.
“Yo quiero ir donde está muerta”. “Mi mamá no tenía el pelo blanco, lo tenía rojo”.
Fue la conversación que tuvieron Jaqueline y los pequeños, madre e hijos de Joseline Viney Vite Reséndiz el pasado 09 de julio de 2019. En Melchor Ocampo, Estado de México. Cuando nos dirigíamos a sepultar a su mamá.
La “beba” como la llamaban cariñosamente sus padres, tenía 25 años, era madre de dos pequeños, de mirada tan singular como la de su madre, pequeños qué se preguntan. ¿Por qué no podemos abrir eso para despertar a mi mamá?
Joseline nació el 29 de diciembre de 1993, en el Estado de México, su nombre surgió de los nombres de sus padres. Jose, de José Luis y Line, de Jaqueline. Joseline no es solo un nombre común es una mujer que fue amada desde que fue concebida, una mujer que daba todo por sus hijos, que amaba cada momento que vivía. Y que sin más fue encontrada asesinada.
Tenía los ojos color gris, delgada siempre lo fue, de una mirada tierna y firme a la vez, su cabello lo pintaba de todos los colores que se le ocurrían, nació a los ocho meses de gestación, pesó dos kilogramos, midió cuarenta y siete centímetros. Jaqueline recuerda que fue muy inteligente desde pequeña, aferrada a las cosas, a los cuatro años ya sabía leer, fue la protectora de su hermano menor Dante al que le llevaba siete años, lo cuidaba, lo ponía a bailar, era su hermano más amado.
Joseline Vianey conoció a su esposo y padre de sus dos hijos en el CCh Azcapotzalco donde estudiaba a mediados de 2010, la beba y Dylan se casaron en 2013, ella acudía a la Universidad donde estudiaba Criminología, y además estaba embarazada, todo parecía ir bien, Joseline estaba como todas lo estamos al inició de una relación y más aún de una boda, enamorada, su primera hija Ashly nació el 23 de junio de 2013, idéntica a su mami con la misma mirada inquisidora, intrigante, una mirada que definía la personalidad de la beba, y que ahora Jaqueline ve en su pequeña nieta. El pequeño Yael nació el 06 de julio de 2015.
La relación de Dylan y Joseline, tenía un sinfín de altibajos, entre celos y falta de dinero se iba deteriorando, sin embargo, Joseline realmente lo amaba, hizo todo para que las cosas funcionarían, aún con todo eso se separaron en tres ocasiones, sin embargo, Joseline lo amaba más que nadie, Dylan dejó de trabajar y ella tenía que doblar turnos en su trabajo, eso molestaba a Dylan quién reclamaba más tiempo de ella en casa.
Jaqueline la vio por última vez el 03 de julio, cuando le llevó a los niños para que los cuidará ya que iba a trabajar, aproximadamente a las cinco de la tarde Dylan fue por lo niños.
El jueves 04 de julio sus padres ya no supieron nada de ella, “pensamos que se habían ido de fiesta por eso no nos preocupamos”. El viernes 06 de julio el día del cumpleaños del pequeño Yael, Dylan llamó a José Luis para pedirle que Dante el hermano de Joseline fuera por los niños, “hasta lo hizo pasar al departamento, no así a la recámara, le preguntó por Joseline y le dijo que estaba trabajando”, Dante se llevó a los niños, las horas pasaban y no llegaban por los pequeños, quienes empezaron a mostrar muchos signos de angustia. Ashly no dormía hasta que llegaba su mamá, las preguntas, ¿Y mi mamá?, ¿por qué no llega? La noche fue difícil, no se durmieron hasta que el cansancio y el llanto los venció.
Llego el sábado y nada, entonces sus padres empezaron a preocuparse, Dylan tampoco contestaba ya el celular, fue entonces que decidieron ir a buscarlos para saber qué había pasado. Dante se metió a la casa, entonces lo que encontraron fue dantesco, el dolor, la impotencia.
Ahí estaba su hermana, en avanzado estado de descomposición, sin vida, aniquilada. Arrancada del amor de su familia, de sus hijos. Dylan, ya no estaba y desde entonces se encuentra prófugo.
La vida dio un giro. La vida de Jaqueline se volcó en sus nietos, el dolor a veces la abraza y no quiere ni levantarse, entonces aparecen los pequeños. “abuelita ya levántate, ya despierta, abre tus ojitos, dame de desayunar, dame mi lechita”.
– Ellos son los que no me dejan caer, ellos son todo para mí, lo más amado, lo que mi beba me dejó-.
Hasta hace muy poco los pequeños dejaron de dormir con la foto de su mamá, la tenían a un lado, le platican, le rezan, le dicen que la extrañan, qué cuándo va a venir, y de pronto recuerdan que ya no está, entonces lloran, la necesitan.
El día de su funeral Yael estaba feliz porque había mucha gente, “Llegó mucha gente a mi fiesta, ¿Toda esta gente viene a mi fiesta? ¿Y los regalos?, ¿Por qué no hay niños, solo personas adultas?”. Más tarde fueron por un pastel para el niño, y lo compartieron en medio de llanto y de sonrisas fingidas para los pequeños.
Las autoridades del Estado de México, hasta el momento no han emitido una orden de aprehensión por lo que el presunto responsable sigue sin ser buscado por nadie, la carpeta no la ha revisado aún el padre de Joseline, las vueltas a la fiscalía lo desgastan, de pronto llega la desesperanza a lo mejor nunca llegará la justicia.
Los padres de Joseline jamás notaron que su hija viviera algún tipo de violencia por parte de quien era su esposo, de hecho, llevaban muy buena relación con él. José Luis jamás hubiera imaginado que algo así estuviera pasando, de saberlo, “no habría permitido que se quedará más cerca de él”
Al intentar narrar está dolorosa historia las voces de los pequeños hijos de Joseline me acompañan, el pasado sábado 28 de septiembre nos reunimos varías de las madres, hermanas, sobrinas, amigas sororas para pintar las cruces con sus nombres de cada una de ellas, ahí estuvieron los hijos de Joseline, sus preguntas taladran el corazón, preguntas que te dejan enmudecida al no saber qué contestarles, secuelas que pocos ven, secuelas que se quedan en sus pequeñas mentes. Jaqueline me platica, las conclusiones que de pronto escucha que ambos niños comentan cuando se saben no escuchados. “Yo creo que mi papá fue quien mató a mami”, “yo ya no lo quiero”.
Duele ver que decenas de niños, más de 400 en lo que va del 2019, forman la larga lista de niños invisibles, los niños huérfanos, los que callados miran llorar a sus abuelas, a sus abuelos, niños que se quedan llenos de dudas, dudas que no pueden ser respondidas, dudas que calan el alma y que al parecer a pocos les importa.
El feminicidio arranca no solo a una mujer, a una hija, a una madre, a una hermana. Arranca la calma, la tranquilidad, arrebata las sonrisas de ellas, los chistes, sus caras llenas de amor, los besos, los abrazos, su voz, y entonces estás familias que se quedan aniquiladas no saben qué hacer, fue Adriana la madre de Valeria Rivero Romero de 12 años, asesinada el 15 de octubre de 2018, en Melchor Ocampo, quien se acercó a ellos, quién les dio las primeras palabras de amor y comprensión, las palabras que solo quien vive en carne propia el dolor de sustituir su corazón arrancado por el eterno dolor que se enquista en ese lugar que alguna vez ocupó su corazón, puede darles.
Cuando me entrevisté con los padres de Joseline, por segunda vez luego del funeral, quienes me acompañaron a visitarlos, a decirles hoy somos su voz, fueron Erika y Juan David los padres de Ximena Sánchez Aranda de 16 años, asesinada el 15 de mayo de 2018, en Zumpango, y que nuevamente solidarios les hicieron saber a los padres de Joseline, que ahí están todos juntos para acompañarse, abrazarse, gritar por justicia hermanados para ser la voz de ellas, de ellas que hoy son la ausencia que envuelve, que devasta todos los días y que solo ellos y ellas saben de ese interminable sufrimiento.
Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo. De una mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas y contar su historia. Voces de la Ausencia.
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