Familiares de víctimas de feminicidio las recuerdan en el Día de Muertos bajo la promesa que cuidarán a sus hijos y buscarán justicia para ellas.
Madres, hermanas, hermanos, tías y abuelitas de algunas víctimas de feminicidio colocaron ofrendas para sus queridas mujeres y permitieron a SinEmbargo que ese momento pudiera ser capturado para visibilizar la redignificación de su recuerdo y mostrar así que la violencia y el feminicidio quiebra a familias enteras”
Esta es la primera vez que Leticia Viviana Martínez Sánchez coloca una ofrenda dedicada a su hermana “Viví”. La herida aún es muy reciente. Martha Viviana fue asesinada hace un par de meses atrás, el 13 de junio de 2019.
Estas fechas son particularmente difíciles para Leticia Viviana, pues estas festividades eran momentos en que ambas pasaban juntas: instalaban altares a sus parientes difuntos e iban al panteón. “Ella venía a la casa para que colocáramos las ofrendas”, recuerda. “Siempre estaba con su sonrisa”.
El Día muertos es una de las principales festividades mexicanas donde la tradición dicta que los vivos “invitan” a los muertos a regresar. La festividad fue nombrada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), como Patrimonio Oral e inmaterial de la Humanidad en el año 2008, pues se ha convertido en una gran manifestación de la cultura, la gastronomía y la riqueza del país.
“La muerte no remite a una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es una metáfora de la vida que se materializa en el altar ofrecido: quienes hoy ofrendan a sus muertos serán en el futuro invitados a la fiesta. En este sentido se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular en tanto comprende diversos ámbitos de significación, desde los filosóficos hasta los materiales”, señala la Unesco.
El asesinato de “Vivi”, como le decían de cariño, ha cambiado el modo de pensar de Leticia; ahora ella está convencida que las almas “los muertos” retornan con la guía de los vivos para la celebración a los fieles difuntos. “Antes solo ponía la ofrenda por costumbre, tradición, pero ahora sí creo que ellos vienen”, dice. Eso también ha marcado una diferencia.
Ruidos en la casa, voces que la llaman de pronto son escuchados por Leticia. Ella tiene la esperanza que su hermana la visite. “A veces platico con ella, antes me daba miedo, ahora ya no”, dice.
Frijoles, naranjas, pollo, pozole, papas fritas y otras frituras son colocadas para el deleite de Martha Viviana. Un vaso de tequila y un pequeño vaso con licor basado en whisky irlandés y crema de leche tampoco pueden faltar en el altar en su honor.
Las hijas e hijos de Leticia y Martha participan en el ritual. Varias palomitas son esparcidas alrededor del altar. Para la familia, significan “el cielo”, platican Leticia y su hija. Luego, las hojas de cempasúchil son esparcidas. El bello olor de esta típica flor marca el camino y atrae el alma de sus seres queridos, comentan.
Martha Viviana Martínez Sánchez fue asesinada por un disparo de arma de fuego en el cuello. La joven fue atacada por su propio esposo y frente a dos de sus tres hijas: una pequeña de cinco años que atestiguó el crimen y una bebé de tres meses, a la que cargaba en brazos al momento de ser asesinada.
“Vivi” tenía 32 años de edad, era la menor de siete hermanos. Desde hace 13 años estaba casada con José “N”, alias Pepe, con quien tuvo tres hijas, la más pequeña de tan sólo tres meses de edad.
Pepe huyó después de llevar el cuerpo –ya sin vida– al hospital de la localidad, explicaron familiares de la víctima, quienes ahora claman por su pronta captura y justicia para la joven madre.
Como Leticia y su familia, miles de ciudadanos llegan este 2 de noviembre sin la presencia de una mujer que fue víctima de violencia. Al menos 2 mil 833 mujeres fueron asesinadas en México de enero a septiembre del presente año, un total de 349 casos tan sólo en el pasado el mes de septiembre.
Madres, hermanas, hermanos, tías y abuelitas de algunas víctimas de feminicidio abrieron las puertas de su casa los días que colocaron las ofrendas para sus queridas mujeres y permitieron que ese momento pudiera ser capturado para visibilizar la redignificación de su recuerdo y mostrar así que la violencia y el feminicidio quiebra a familias enteras.
“PUEDES IRTE TRANQUILA”
–Hija puedes estar tranquila, yo te voy a cuidar a tu niño, tú estate tranquila. Te amo mucho, te extraño–, promete la señora Felizia Hernández Silva frente a su nieta Yesica Celene Hernández Mujica.
Yesi, como le decían de cariño, fue asesinada la tarde del 19 de marzo de 2018 en una tienda de ropa, dentro del centro comercial Reforma 222, ubicado en la Ciudad de México.
Doña Felizia tiene 84 años. A su edad, ella se dice una mujer sana y fuerte. Habla con voz firme y su tono de voz es algo. La señora, madre de once hijos, no puede evitar llorar mientras le habla a su querida “China”. Para ella, Yesica era como otra de sus hijas, pues la chica vivió y creció a su lado.
Junto a Doña Felizia, María Mujica Hernández, tía de la víctima, colocan la ofrenda.
–A ella le gustaba comer de todo–, narran mientras colocan naranjas, tejocotes, pan de muerto, refrescos de sabor y algunos de los platillos que a Jesica le gustaban.
–La sal y el agua, no hay que olvida–, dice Mary, la tía.
Yesica es una joven afable y de carácter alegre. Sus amistades y compañeras de trabajo le decían de cariño “La China”, pero en su casa la nombraban Yesi.
“Era muy alegre y amiguera, tenía muchos amigos. Su felicidad era su hijo, [a quien le decía de cariño Rayword]. Él era todo para ella. Su vida era andar con él, o llevarlo al parque. Él la extraña mucho”, platica Doña Felizia.
Celene dejó trunca la Licenciatura en Ciencias Biológicas en el Instituto Politécnico Nacional (IPN). Ella cursó hasta el cuarto semestre, por eso, uno de sus sueños era concluir su educación superior.
Los refrescos y las cervezas tampoco pueden faltan para en la ofrenda para la joven. Mary, al tiempo, dice que hasta la fecha no han obtenido justicia.
El detenido por el caso, Oscar Alejandro, – quien sobrevivió al intento de suicidio después del asesinato– ya dijo que si fue él quien la mató y que después se disparó”, narra María. Sin embargo, tuvo el cinismo de decir que “como quieren que repare el daño si estoy encerrado”, relató la tía de la chica.
“Él esta aferrado a que el proceso se vaya a juicio abreviado, pero nosotros no queremos, queremos que él pague, queremos justicia”, dice Mari.
La familia está a la espera del juicio oral contra el imputado. Doña Felizia destaca que el dolor de haber perdido a una hija no tiene fecha de caducidad. “Es la primera que me matan, el dolor se lleva para siempre. La mujer clama a las autoridades justicia para su nieta.
SIEMPRE EN PRESENTE
–Mi chula, mira lo que te traje–, dice Adriana, mientras saca una lata de licor. Sonríe levemente y la coloca en el altar al lado de la fotografía de su querida hija Jesica. Luego, toma una de sus imágenes y la besa.
Jessica Serrano tenía 18 años de edad cuando le fue arrebatada a su familia. Con engaños se la llevaron, la privaron de la libertad y la asesinaron. La tarde del 5 de noviembre de 2017. Adriana lo recuerda bien, era un domingo, a las 7 pm. La joven tenía pocos días de haber llegado a su mayoría de edad.
Un pequeñito apenas corre con pasitos muy cortos por la casa. No alcanzó a conocer a la menor de sus tías. Pero sonriente, pone su manita en la boca y le lanza besos a la imagen de Jesica. Adriana plática que es extraño, “es cómo si él pudiera verla a veces”, dice la madre mientras la esperanza se asoma a sus ojos.
–Ella es un alma libre– añade Adriana en tanto adorna la ofrenda, sus ojos se ponen vidriosos, luego sonríe y describe a su hija: una chica alegre, sociable y audaz, que le gustaba viajar. Con una voz afinada, encantadora y vivaz. Era parte en una banda musical. Con muchos amigos y querida entre sus conocidos.
Jesica era de estatura baja, pero de carácter fuerte y protector. Adriana está convencida que hasta el último minuto su hija le dio “la cara a la muerte”, así como dice en el tatuaje que lleva en su antebrazo derecho.
Adriana, como miles de madres, habla de su hija en presente, porque el recuerdo siempre está vivo, y ella siempre está en sus vidas.
Gerardo, uno de sus hermanos mayores, va pronto a la tienda por las papas preferidas de su pequeña hermana.
–Ah, claro, sus takis no pueden faltar–, dice el joven mientras abre una bolsa de frituras. Golosinas de chile, naranjas, panqueques, se le ofrecieron en su altar. Dos gorras con el nombre Crats fueron colocadas, pues la joven y su hermana, gustan del grafiti.
La familia prefirió no dar detalles del caso, pues el proceso penal está abierto y el juicio en curso, sin embargo, sí elevaron la exigencia a las autoridades del Estado de México, para que los responsables del secuestro y asesinato de la joven sean castigados con la pena máxima.
Y CUANDO LA JUSTICIA LLEGA… DIGNIFICAR LA MEMORIA
El feminicidio Serymar Soto Azúa, la madrugada 28 de enero de 2017 en Coahuila, dio la fortaleza a Sandra para luchar incansablemente por la justicia para su hermana. Y lo logró: el pasado 3 de septiembre, el Tribunal de Alzada en Coahuila ratificó la condena de 46 años de cárcel para Jorge Alejandro Ugarte Hernández.
Este es el primer año en que Sandra conmemora el Día de Muertos con una sentencia en mano para Serymar. Pero el vacío y el dolor jamás se acaba, aunque la justicie llegue.
La ratificación de la sentencia ha sido para la ahora activista una victoria amarga “porque nuestra pérdida es irreparable”. Tampoco ha sido el fin de la lucha pues además de contar con una página para visibilizar el feminicidio y la violencia, apoya y acompaña a otras mujeres y familiares que han perdido a sus hijas, madres, hermanas a manos de un feminicida.
Serymar Soto Azúa era la menor de cinco hermanos. Madre soltera que trabajaba como estilista para sostener a su pequeño hijo y adquirir equipo para poner una estética en su casa. Soñaba con poner su propio estudio de maquillaje.
Sandra coloca en su casa un altar para su querida hermana Serymar. Ella siempre está en sus pensamientos, al igual que su pequeño sobrino, Romeo, que ahora está a cargo de sus abuelos maternos.
Serymar “era muy dulcera”, recuerda Sandra. Un refresco no podría faltar en su ofrenda. Además, gustaba de dulces con picante.
Al igual que los demás familiares, Sandra ha prometido a su hermana velar por su hijo.
No obstante, su interés no se cierra sólo a su familia. Soto Azúa ha pugnado no solo para visibilizar los feminicidios, sino también por los huérfanos, los y las hijas que se han quedado con una identidad quebrada.
En el Día de los Muertos el objetivo de la activista es claro: redignificar la memoria de ellas.
Por segundo año consecutivo organizó y realizó la “Velada para dignificar a nuestras desaparecidas y asesinadas”, como parte del segundo encuentro de familiares de víctimas y huérfanos de feminicidio. En esta ocasión se ha logrado que cientos de familiares participen.
Sandra Soto aclara “no celebramos que estén muertas, es una velada de redignificacion y pronta justicia”.
El Monumento a la Revolución fue la sede en la que se colocaron decenas de fotografías de mujeres asesinadas para recordarlas. Al lado de ellas cruces color rosa. Se trata de víctimas de diversos estados, desde Baja California, Coahuila, Ciudad de México, Estado de México, Nuevo León, Puebla, Querétaro, entre otros.
“Desde que nos arrancaron a nuestras hijas, madres o hermanas, no somos las mismas. No nos culpables por no aceptar. No nos culpes por pedir Justicia. Nuestros corazones se quebraron y no logramos levantarlo, estamos perdidas, muertas en vidas”, destaca el colectivo Los Machos Nos Matan en México.
Las familias de las víctimas lanzaron un llamado a las autoridades a brindar justicia, pero también a una reparación integral del daño. En tanto a la sociedad, clamaron por empatía y comprensión: “por favor comprende que mutilaron un trozo de nosotros, nuestros anhelos y fuerzas”.