Una escuela de Michigan, en Estados Unidos, ideó un plan para avergonzar a las alumnas que se atrevieran a llevar atuendos demasiado reveladores al baile escolar: aquellas que, de acuerdo con sus criterios, vistieran de forma ‘indecente’, serían obligadas a usar un ‘poncho de la modestia’. ¿Qué pasa con las escuelas gringas y su repelús al cuerpo femenino?
Padres y estudiantes de la Divine Child High School, en Dearborn, se manifestaron en contra de la ridícula medida, la cual catalogaron como body shaming: una forma de avergonzar a los estudiantes por sus propios cuerpos.
La respuesta del director de la escuela, Eric Haley, emitió un comunicado para aclarar la situación a través de la Arquidiócesis de Detroit. Él niega que la intención del ‘poncho de la modestia’ sea hacer sentir incómodas a las alumnas y señala que, más bien, es un recordatorio del código de vestimenta escolar.
Los ponchos, en color rosa, se exhibieron en la escuela a modo de advertencia para las mujeres que faltaran a dicho código. Además, estarían diseñados de manera que cubrieran cualquier indicio de escote.
“Poncho de la modestia para el baile. Si tu vestido no cumple con nuestros Requerimientos de Vestidos Formales para el Baile, ¡no te preocupes! Te tenemos cubierta, literalmente. Éste es nuestro ‘Poncho de la modestia’, que se te entregará en la puerta”.
El baile, programado para el 12 de mayo, tiene un código de vestimenta sujeto a interpretaciones: los vestidos no pueden tener escotes más allá de la ‘línea tradicional del bra’ ni mostrar el abdomen de ninguna forma. Un profesor o profesora estaría encargado de revisar el atuendo de las alumnas antes de ingresar al evento.
La profesora de Teología, Mary Pat O’Malley, señaló que la intención del código de vestimenta es ‘enfocarse en la belleza interior y no atraer atención a partes del cuerpo que no la necesitan‘. El director, no obstante, reconoció que la medida de los ponchos se les salió de las manos y, evidentemente, no es útil para lograr que los estudiantes se apeguen al código.
“Invitamos a nuestras alumnas a modificar sus vestidos o llevar su propio chal que cumpla con nuestros requerimientos”, dijo. “Si es necesario, también llevaremos chales para quien lo necesite, como hemos hecho en los eventos escolares durante muchos años”. ¿Algún día entenderán los adultos que intentan imponer dichos códigos de vestimenta que sus medidas son caducas, discriminatorias y dependen de apreciaciones subjetivas acerca de los cuerpos de sus estudiantes, especialmente de los de las mujeres? Esperamos que sí.