Miles de mujeres, unas 3 mil, de acuerdo a las autoridades capitalinas, participaron en la manifestación para denunciar la alta incidencia de feminicidios, desapariciones y violencia de género que hay en el país.
En un país donde hay casi 10 feminicidios diarios, miles de mujeres alzaron la voz este 25N Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, porque ninguna de ellas debió morir, porque ninguna más debe morir”, dijeron los colectivos feministas en el templete del Zócalo de la Ciudad de México, adonde llegaron después de marchar desde el Ángel de la Independencia.
A la vanguardia de la manifestación caminaron las madres de las víctimas de feminicidio, desaparición y hasta de violencia institucional. A ellas se les reservó, como en todas las últimas marchas contra la violencia de género, el derecho de caminar en primera fila. Un poco atrás de ellas iban los únicos hombres permitidos en la marcha, los padres de esas mismas víctimas.
Ningún otro hombre pudo ocupar el espacio de protesta que las mujeres defendieron como suyo, incluso con golpes, así sacaron a algunos que insistían en estar. Las mismas mujeres policías les pidieron a los periodistas varones que salieran de la marcha para evitar enfrentamientos. Reforma debía ser solo feminista esta tarde del 25N y lo fue.
Las voces de las madres repetían la misma dolorosa historia: la hija asesinada, la investigación tardía y torpe de las autoridades, la revictimización.
“A mi hija la mataron de madrugada y ellos querían hacerme creer, me insinuaban que era su culpa por andar de noche en la calle, que era mi culpa, como madre, por dejarla salir a esa hora. Nunca es culpa del hombre que asesina, nunca es culpa de la policía que nos protege”, denunció Lilia Florencio Guerrero, madre de Diana Velázquez.
A Diana la asesinaron el 2 de julio de 2017. La violaron, la estrangularon y la arrojaron en un canal de aguas negras en Chimalhuacán. “Al principio, la policía nos decía que ella misma se había caído al canal, luego que qué hacía en la noche fuera de su casa. Tuvimos que pelear para que lo tipificaran como feminicidio, pero ya son dos años y no hay resultados en la investigación”.
La historia de Diana se ha repetido miles de veces en México en los últimos años y las madres caminaron indignadas, buscando justicia. Como en cada marcha gritaron contra la violencia de género, contra la renuencia de las autoridades de tipificar los asesinatos de mujeres como feminicidios, contra el cuestionamiento de qué hace en la calle a las tantas de la noche.
Como si solo en la calle y en la noche las mujeres fueran víctimas de violencia, como si no cualquier espacio fuera propicio para la violencia de género: la casa, el trabajo, la escuela.
“Estamos hartas, estamos hartas del acoso sexual en la UNAM, en la UAM, en el Poli, en todas las instituciones de educación; en las empresas, por los jefes y por los compañeros; en las casas por las parejas”, aseguró Wendy Ortiz, estudiante de arquitectura, una de las participantes.
En la mayor parte de la marcha las consignas reflejaron ese enojo por la violencia machista en el espacio público y privado. Las mujeres, la mayoría jóvenes, gritaban que su cuerpo es suyo, solo suyo, y que ellas deciden. Y estaban ahí marchando para poderlo seguir haciendo, pero también por las que no pudieron decidir.
Por momentos, los grupos de jóvenes encapuchadas, armadas de martillos y aerosol tomaron la escena. Rompieron los cristales de la estación del Metrobús Hamburgo, y el ambiente se tensó. Las madres de las víctimas pidieron que no hubiera violencia. “Queremos paz”, gritaron.
Las miles de mujeres policías, unas 2 mil 500, apostadas a ambos lados del carril central de Reforma, por donde avanzaba la marcha, se organizaron para proteger el resto de las estaciones, formando cinturones humanos con sus cuerpos y escudos. Para entonces ya había desaparecido el cinturón de paz de las empleadas del gobierno de la Ciudad de México.
Las uniformadas avanzaban para ganarle a las manifestantes el paso y tomar posición en los costados de la calle. A ratos era obvio que encapsulaban la marcha en su afán por proteger monumentos, negocios, parabuses, vitrinas. No todas las veces lo lograron, los martillos de las encapuchadas y sus golpes vencieron dos de las vallas que se colocaron para proteger el Palacio de Bellas Artes.
En ese punto volaron los petardos y las bombas molotov del lado de las encapuchadas, pero los policías lograron evitar que pudieran ingresar a Bellas Artes.
Grupos feministas radicales rebasaron a la vanguardia de la marcha durante todo el recorrido. Mujeres encapuchadas y vestidas de negro rompieron exhibidores de publicidad de puestos de periódicos a su paso por avenida Juárez, mientras el resto vitoreaba y aplaudía.
Mujeres policías que formaban vallas delante del contingente en algunos casos evitaron que las manifestantes realizaran pintas en los monumentos de Paseo de la Reforma rodeándolas y gritando “avanza, avanza”.
En su paso sobre la calle 5 de mayo, grupos de mujeres comerciantes de la zona apoyaron la marcha con aplausos y gritos de “no estás sola, no estás sola”.
Al llegar al Zócalo, policías bancarios resguardaban la puerta de la Catedral, mientras que las mujeres policías continuaban con las vallas humanas al paso de la marcha y otras más se agruparon en los arcos de los edificios y comercios en las orillas de la plancha del Zócalo.
En tanto, la puerta de Palacio Nacional fue resguardada con maderas y militares a lo largo del edificio.
Pese a todo, la verdadera vanguardia de la marcha, el grueso de quienes iban con una demanda legítima, arribó al Zócalo de manera pacífica y desde el templete se leyeron diversos pronunciamientos. Otra vez fueron las madres, los padres, a quienes se le cedió el micrófono para las primeras exigencias de justicia.
“Venimos a exhibirlos, a pedir justicia, en Baja California Sur hay feminicidios, desapariciones, mujeres tiradas en la calle con un tiro en la cabeza, y el gobierno dice que son casos aislados”, denunció el padre de una joven asesinada en ese estado.
“Nosotras no olvidamos ni perdonamos los 10 feminicidios diarios en el país, porque ninguna de ellas debió morir, ninguna más debe morir, emergencia nacional, compañeras, por nosotras y por las que vienen, por nuestras niñas, queremos una vida sin violencia”, señalaron las voceras de la Asamblea Feminista Autónoma Independiente y la Asamblea Feminista Metropolitana.
En tanto que el movimiento 8M señaló que no ha disminuido la violencia contra las mujeres con la nueva administración federal, “por eso estamos exigiendo al gobierno respuestas, justicia para cada caso de feminicidio, medidas efectivas que erradiquen la violencia de género, que se legalice el aborto en todo el país y que sean puestas en libertad las mujeres presas por abortar”.
Así se sucedieron por más de una hora exigencias y testimonios similares, en espera de que ahora sí se haga algo para detener la violencia contra las mujeres, que ya es, de acuerdo a las participantes, una emergencia nacional.